ENERO
can i call you tonight? – dayglow
Hazel pasó Año Nuevo en Tennessee, en aquella casa enorme a las afueras de Nashville donde siempre se reunía con la familia de su madre a regañadientes.
Odiaba Starkville, aquello estaba claro. Odiaba el sinfín de rostros conocidos y la nieve sucia acumulándose en las esquinas; pero odiaba incluso más tener que ir a casa de sus tíos. Le gustaban los aeropuertos y curiosear los destinos que aparecían en las pantallas mientras fantaseaba con la idea de volar a cualquier sitio menos a Nashville.
—Alegra esa cara, ardillita —le había dicho su padre aquel treinta de diciembre justo antes de llegar, mientras compraban snacks en la tienda del aeropuerto—. Se te están empezando a hinchar los mofletes.
Durante la cena de fin de año, hablaron larga y tendidamente sobre el eterno invierno que se cernía sobre su pequeño pueblo de Colorado. Hazel se permitió a sí misma desconectar, removiendo las batatas que había cortado sobre el plato.
Escucharles hablar era agotador. Su tía Elaine era la viva imagen de su madre, dos rostros impasibles que ni siquiera parecían moverse al masticar, las espaldas increíblemente rectas sobre la silla y el ceño ligeramente fruncido.
Su abuelo era incluso peor. Gritaba y despotricaba como si no hubiera un mañana, escupiendo la cena cada vez que sentía la necesidad de meterse con alguna minoría.
—Hazel ha mandado solicitud para entrar a Yale —su madre no tardó demasiado en dar la noticia, todos los ojos de la mesa posándose sobre Hazel—. Tiene las mejores notas de su curso.
Ella bajó la mirada mientras los adultos se dedicaban a planear su futuro. Su madre no mencionó nada sobre el examen de Matemáticas ni sobre la pelea que habían tenido en noviembre y ella se sintió increíblemente sucia, como si no fuera más que un fraude, una mentira que utilizaba Claire Green para levantar la cabeza por encima del resto de la familia.
Su prima Anne —sí, Anne, no Annie. Su madre había estado confundiendo el nombre de su mejor amiga durante años— se la quedó mirando en silencio, el cabello castaño recogido en un moño desordenado. Anne cursaba tercer año de la carrera de Administración de Empresas en Harvard y, aunque habían estado muy unidas durante su infancia, sus madres no habían tardado demasiado en convertirlo todo en una competición entre las dos.
—Es todo un detalle que Anne haya venido desde Boston para pasar las fiestas con nosotros —añadió Elaine, el rostro inexpresivo de su marido a su lado, un exfutbolista frustrado que nunca decía nada en absoluto—. El año que viene acaba la carrera, ¿sabes?
Su prima le pidió que la acompañara hasta el jardín después de la cena, justo antes de la cuenta atrás. Hazel inspiró con fuerza al salir, dejando que el viento le azotara el rostro. Hacía frío, sí. Pero no era nada comparado con el clima de Starkville.
—Tenemos unas madres complicadas, ¿eh?
Se encendió un cigarrillo mientras hablaba, haciendo que algo se revolviera dentro de la chica. Nunca le había visto fumar antes. De hecho, ni siquiera habría sido capaz de imaginar un universo en el que su prima encendía un cigarrillo delante de ella.
Anne tenía veinte años. Tres años de diferencia no significaban demasiado, pero el puente entre los diecisiete y los veinte nunca le había parecido tan extenso.
—No sabía que fumaras.
Ella se encogió de hombros, exhalando el humo con parsimonia. Alzó la mirada, un manto de estrellas abriéndose sobre ellas.
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Todos los días de invierno
Roman pour AdolescentsLa vida de Hazel Green siempre se ha guiado por la misma constante: tiene que ser la mejor en todo. Hasta su último año de secundaria, ha estado cumpliendo con el manto de expectativas que su madre ha puesto sobre ella. «Ve a clase. Sé la mejor de t...