09. Hago un trato con Rodrigo (Sale bien)

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Primero que nada, buenos días.

Segundo, reporten su presencia a esta humilde y casta cita 🤚

Tercero, miren hice esto.

Tercero, miren hice esto

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Ramiro.

No puedo creer que vaya a decir esto, pero debí hacerle caso a Rodrigo cuando dijo que no tenga una cita con Salem.

Me fastidia que se tome esta situación tan seria a modo de broma, sé que no actúa así siempre, William me contó que es una persona seria normalmente. Y sé que no es así con todo, con lo que investigué en sus redes no sale a fiestas, a citas ni tiene pareja hace años.

¿Por qué yo?

Sentir como si sus uñas se clavaran en mi piel hace que de un respingo en mi asiento.

Quizás por eso.

No soporto más, me voy a ir. Aprovecharé la altura de la terraza para saltar.

Ramiro no iba a saltar, ni la pasa mal ni se movió de su silla. Solo le gusta vivir la vida al máximo drama.

—¿Te vas a tomar tu Orgasmo? —pregunta Lubana al interrumpir los pensamientos tontos de mi cabeza—. Tengo sed.

Impotente, porque a nadie le parezca raro que esté extraño sujeto nos traiga al otro lado de la ciudad a tomar actos sexuales. Quizás estoy siendo dramático, aunque lo hago a toda honra cuando sujeto con fuerza el vaso con la bebida blanca.

Sin expresión alguna, lo llevo a mis labios, Salem imita lo que hago, siento sus ojos sobre mí. Hay una fuerza extraña que se pone muy, muy feliz cuando estamos juntos, por más que me esfuerce es difícil rechazarlo.

Y lo odio, porque no importa lo que haga, estar con él se siente bien. En cada uno de los sentidos posibles.

Porque Salem no me desagrada, para nada, en el físico es todo lo que me gusta en un chico. Ahora que descubrí que me gustan los chicos, su humor es igual al mío, tiene pasatiempos interesantes y me gusta escuchar su voz, es solo algo en su personalidad que me estresa.

Si estuviera conmigo se saldría con la suya. No se lo pienso permitir, que se joda.

—¿Está rico? —indaga con una sonrisa torcida en el rostro.

—¿Por? —pregunto aún con el vaso en la boca.

—Te lo acabaste de un sorbo.

No es hasta que alejo el vaso que me doy cuenta que tiene razón, el vaso quedó vacío, solo dejé el hielo. Cada vez que Salen intenta entablar un nuevo tema de conversación, pregunto por algo distinto en la carta de menú.

—¿Hace mucho que trabajaste aquí? —un momento de iluminación me hace querer entablar conversación.

—No mucho, meses, no tengo lugar fijo —deja su vaso en la mesa, siento la palma de la mano helada—. así como la panchería anterior.

Siénteme pero no me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora