33. Tres días y locuras desmedidas (PT1)

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«If I was a bluebird, I would fly to you
You'd be the spoon
Dip you in honey so I could be sticking to you
»

Daylight - Harry Styles

RAMIS.

Hay arte en todos lados.

Cuadros de arte en tus ojos viendo puntos de luz de colores bajo la lluvia.

Sonatas perfectas en el sonido de las botas rompiendo charcos.

Canciones pegadizas en las risas mientras la persona con la que corres hacia la discoteca casi se cae en la acera.

Poesía en la manera en la que te mira, empapado y tiritando de frio cual si tus ojos le devolvieran el calor.

Hay pequeños momentos que te pierdes si no vives en el presente, siendo de las pocas veces que lo hago, disfruto bastante. El aroma, las calles, las luces, los sonidos, los perros corriendo detrás de una ardilla, la carcajada de Salem al ver eso.

Al llegar al edificio, escondidos entre un par de macetas están un gato negro junto a un Golden Retriever, refugiándose bajo la lluvia. Estuve a punto de mencionarlo, tienen collares y se los nota en buen estado, deben ser del local, debe ser que están allí contemplando la noche por decisión propia.

—¿Quieres entrar conmigo o pretendemos que llegamos por nuestra cuenta? —indaga Salem.

—No te preocupes —pongo mi mano en su hombro al entrar juntos.

Las luces están apagadas, nada más que un par de reflectores de colores parpadeando iluminan a ratos nuestro camino, me pierdo entre la oscuridad sin saber a donde fue. Las personas son demasiadas, choco contra un par de ellas en camino al sector en el que mis amigos quedaron de juntarnos.

La música cambia a una electrónica, el volumen alto me perturba, llego con mucho esfuerzo a la barra de bebidas donde un grupo de chicos gigantes está al borde de tirarme al suelo por accidente hasta que una mano me jala fuera de su alcance. Mis ojos están cegados, cansados del aturdimiento visual de que los focos enciendan frente a ellos, no oigo ni distingo nada, me sé de memoria el tamaño de su mano y la delicadeza con la que me agarra.

Creo que Salem podría encontrarme en un bosque encantado en un par de segundos.

Creo que yo podría reconocerlo donde sea, aunque no tuviera ese mismo cuerpo, esa misma cara, esas mismas actitudes, recuerdo algo dentro suyo de vidas anteriores donde en cada una de ellas hice lo posible para intentar escogerlo.

¿Cómo se supone que borre algo así de mi cerebro? Esta tatuado eternamente en cada parte de mí. Así el mundo acabara mañana o en 50 años, seria él en quién pensaría.

—Ten cuidado, Ramis.

—No estoy acostumbrado a este tipo de sitios —informo—, llevo un largo tiempo.

—Se nota —se burla Salem—. Ellos están en el piso de arriba, ¿Quieres beber un trago?

—¿Tú lo harás?

—No creo, cuando tomo mucho me pongo... Sentimental.

Trago grueso. Recuerdo eso de él. Lo recuerdo todo muy bien.

—Yo quiero un refresco, estoy seguro que si cambian la música a pop me darán ganas de bailar. No quiero hacer el ridículo.

Asiento, la canción cambia mientras el centro de la pista se despeja, veo a Lubana junto con Jesús cantando cual si fuera karaoke a puro sentimiento, William intenta bailar con la serenata, pero falla al reírse tanto. Lo voy a ayudar siendo su pareja de baile, aunque pronto sucumbo a la tentación de los gallos de Luba en el reggaetón improvisado, en cierto momento le piso el pie y me tropiezo.

Siénteme pero no me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora