SALEM.
Como es obvio, nadie duerme a solo un día de la boda.
He estado con William en el comedor desde que amaneció, no hacemos más que jugar cartas y no hablar de nada en concreto porque sé que está bastante nervioso. Contengo la risa, yo también lo estaría si tuviera que lidiar con la familia entera de mi pareja, generación tras generación, a solo un metro del cuarto donde duermo todos los días.
Me guardaré las bromas doble sentido sobre eso, al menos por un rato.
—Uno. —anuncia William al dejar una carta azul encima del mazo.
Sonriente, oculta su carta contra su pecho. Estoy en cuerpo presente con él, mis pensamientos están en las nubes, de una buena manera.
—Mierda —musito—. Sería una lástima que alguien tenga un más cuatro en este preciso instante.
Se le borra la sonrisa, con lentitud, saco una de las cartas de las que sostengo en abanico en mi mano.
—¿Cómo has llevado esta semana? —pregunta en tono jocoso intentando distraerme.
No tengo una carta con qué hacerlo perder, ha ganado. Solo estoy haciendo un show para alargar este rato y saliéndome con la mía. Quizá se olvida.
—Ha sido una montaña rusa —me encojo de hombros—, han pasado muchas cosas y la vez tengo la cabeza nublada sobre nuestras salidas, solo mantengo lo importante.
—¿Lo importante?
—Tú sabes a qué me refiero —respondo cabizbajo—. Ha sido una buena decisión venir, gracias por engañarme sobre esto.
—En mi defensa, no te engañé. Era obvio que Ramiro estaría, es el mejor amigo de Lubana, de toda la vida.
—Ya, pero ¿Con el mismo puesto que yo en la celebración? ¿En el mismo hotel? ¿En el mismo cuarto?
—Es que no teníamos presupuesto. —repite como se ha excusado varias veces.
—¿Y por qué si lo tuvieron para los demás invitados? No entiendo, según que ya no quedaban habitaciones disponibles.
—Ejem, ¡Mira esa mariposa! —señala una ventana vacía—. Debo investigar si es buen presagio o no, ya sabes lo que dicen, más vale mariposa en mano... —se levanta de la mesa—. Que cien volando.
—William.
—¡Será un segundo! ¡O un minuto, puede que una hora! —exclama al caminar de espaldas hacia la puerta.
—Nuestro juego, Will. —le recuerdo, señalando nuestras cartas desparramadas encima de la mesa.
—Oh, déjalo, lo declaramos un empate —balbucea—. ¡Nos vemos luego! En el ensayo de baile, es después del almuerzo, ¡No faltes, llévate a Ramiro!
Espero a que él haya huido para carcajearme. Observo la carta faltando que dejó en su asiento, sin duda iba a llevarse la victoria, mis números de colores no podrían competir. Recojo nuestras pertenencias apresurado antes de que el reloj de las doce y aquellos que deben almorzar aquí irrumpan en el comedor.
Supe desde un inicio que algo ocultaba. En parte lo admiro, fue una movida arriesgada donde podría haber arruinado el ambiente por siete días, jodido dos amistades y creado una campaña de odio silenciosa, sin embargo, todo lo contrario. Cuando no, él presumiendo su suerte.
¿Suerte en el juego y en el amor? Es injusto.
Al menos hemos podido sacar algo bueno de esto, de este plan macabro que han creado.
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Siénteme pero no me sueltes
Teen FictionTener las manos del chico más atractivo de la universidad sobre ti sin ser gay solo puede ser peor de una forma: Que este sea tu alma gemela. *🌈* ¿Imaginas sentir el tacto de alguien más en tu propia piel? Ramiro no tiene que imaginarlo. Según la...