31. Cinco días, besos a escondidas

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«Should've never let you go-oh, my baby»

 Always you - Louis Tomlinson


RAMIRO

Su abrazo me ha quitado un peso de encima.

Podría morir mañana y no tendría ningún arrepentimiento. O si, uno sí.

Vale, quizá varios. Pero decirlo de esa manera sonaba más poético.

Tomo mi teléfono al despertar, la aplicación de notas está llena de ideas que no concreto o modifico tanto que pierdo la esencia. La carpeta "Poemas" y "Salem" son una extensión de la otra, no estoy obsesionado, nunca le he escrito a él sino a lo que me provoca, aquellos son sinónimos.

Salem = Sentir.

Un nuevo documento en blanco me pide que le explique lo que siento cuando incluso yo sigo sin entenderlo. Anoto lo primero que se me viene a la cabeza de manera sucia y desordenada.

"La mala suerte de los gatos negros,

Y los siete años de agonía por trozos de espejo,

Todo aquello suena a una maldición absurda,

Si tengo la bendición de ver tu reflejo".

Al instante lo borro, no me ha gustado como quedó, las frases no combinan, las letras no logran capturar la esencia de mis latidos. El problema siempre será que siento demasiado como para ponerlo en palabras, entonces nunca termino de explicarme y nadie me termina de entender.

Mi rostro arde al imaginarme que él pudiera leer las mierdas que escribí sin pena alguna sobre nuestra casi relación. Hay de todo en esas páginas, desde una metáfora para describir que me quedé viendo sus ojos verdes en la cama hasta un poema que escribí en un mal día donde lo odiaba por perseguirme a través de las cosas.

Salem es chef, hace comida, uno tiene que ingerir comida para sobrevivir ¿Eso tiene sentido? En mi mente sí y lo odiaba mucho porque ningún platillo tenía el mismo sabor que los suyos.

Usaré como excusa que los gatos negros están asociados a la mística, me resultó fácil usarlo como recurso creativo. Citar sus tatuajes... En eso sí que no tengo excusa.

Enciendo la laptop con un lío de emociones comprimido en mi pecho porque no puedo cancelarle la llamada a Rodrigo, quiero saber cómo está. Además, él es el intermediario para que mis padres hubieran aceptado con tal facilidad que me independice.

La relación con mi familia mejoró en todo aspecto al darme cuenta que eran las únicas personas a las que podía recurrir además de Lubana. Notaba el odio en la mirada de Rodrigo los primeros meses dónde no le conté por qué nos peleamos con Salem. Cuando se enteró la historia cobró sentido, tengo la esperanza de que al día de hoy se llevarían mejor.

De todos modos, ¿De qué me sirve esa esperanza? No es como que él quiera regresar conmigo.

La verdadera pregunta es, ¿Yo regresaría con él? ¿A qué regresaremos si no fuimos oficiales?

Dios. Me preocupa que haya personas que el tiempo no pueda borrar. Me preocupa tener ochenta años y que en mi lecho de muerte me arrepienta de no haberlo buscado.

Pese a que me quiera engañar, su lugar en mí sigue ahí, su recuerdo está tan vivo como si hubiera pasado una simple semana. Esa sensación me tortura, me atormenta muy profundo pensar que jamás saldrá de mi cabeza, no porque lo deteste sino porque no quiero vivir el resto de mi vida pensando en qué hubiera pasado si me hubiera arriesgado.

Siénteme pero no me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora