02. Salem, El gato de ciudad

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SALEM.

Desde hace veintiún años, solo sé querer a medias.

No es que no crea en el amor, es que me ha decepcionado tantas veces que ya no lo veo posible para mí. Desperté emocionado el día de mi cumpleaños dieciocho donde se supone tendría la magia que todo el mundo clama sin embargo, ese día no pasó nada.

Tampoco el otro año, ni el otro, ni este.

Lo cual está perfecto, el amor no es algo de lo que deba depender, eso solo rompió mi corazón, cosa que nunca pude mostrar.

Ser el líder de mi grupo de amigos, a los que los señores conservadores llaman pandilla, conservar el papel de chico rudo y sabio entre los demás no me lo permite. Es una fama rara que me armé en el instituto, me sigue persiguiendo hasta la mitad de la carrera universitaria, mientras más tiempo pasa me enfoco más en lo exterior, hace un par de meses borré por completo la idea de que la leyenda sucediera.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, ¿No?

En los tiempos modernos ya nadie espera a su media naranja, hemos llegado a la conclusión de que todos estamos enteros. Aunque bastante descoloridos.

Este octubre, espero lo que sea menos que el amor toque a mi puerta. Para mi sorpresa, algo sí tocó.

—Joder, ya no puedo correrme más. —jadea William.

—Es correr, si tu corres pues "yo corro, tú corres, nosotros corremos" —le explico con paciencia, enseñarle es de mis actividades favoritas—. sé que te mudaste hace poco de vuelta, pero no te regales, los muchachos te van a hacer mierda si te escuchan decir eso.

—Salem, estoy chiquito.

—William mides 1.90 —lo regaño—, anda, levántate. Solo hemos hecho ejercicio por dos horas, hay que continuar con trote si no puedes correr.

—Por favor.

—Te voy llevar así sea arrastrado.

—No puedo, no tengo tanta energía como tú —me da la mano, no me esfuerzo en levantarlo, él podrá ser más alto pero yo podría levantar cuatro veces su peso—. cárgame. —pide, sin aliento.

—Tú puedes, ¿Qué te parece una apuesta? Si logras dar dos vueltas mas mientras yo doy cuatro, te compro el almuerzo, si yo lo hago antes lo compras tú.

Eso parece convencerlo al instante, se sujeta con mayor fuerza los cordones. Me da pena agotar a mi mejor amigo tan temprano, sin embargo, es la única persona que me acompaña y no me gusta estar solo.

Salir cada mañana me permite conocer hasta el último detalle de la ciudad, creo que puedo recorrerla incluso con los ojos cerrados. Nadie se acerca a nosotros por la fama de criminal que al parecer me han creado los vecinos, en parte tienen razón, un sujeto solo en la noche, de negro y paseando por callejones en su gran motocicleta es un tanto sospechoso.

Camino con tal de que William pueda ganarme, quiero escoger qué comer. El plan marcha a la perfección hasta que en la tercera vuelta, me detengo en seco, checo los alrededores pues me pareció sentir algo rozar mi hombro sin embargo no hay nada, frunzo el ceño.

Ese despiste es suficiente para que mi amigo se aproveche de mi nobleza.

—¡Inútil, te gané! —se jacta sonriente—. otra victoria para mí —anuncia con entusiasmo—, sumando esta son... Dos.

—De vuelta, tu concurso de cuantos hotdogs logramos comer no vale.

—En la guerra y en el amor todo vale —se encoje de hombros—, esto es guerra, Salem.

Siénteme pero no me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora