24. Primer amor

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Primero que nada, feliz GayDay.

Segundo, regresé y les traigo estos dibujitos que hicieron los lectores. Todas las cuentas están en historias destacadas de IG.

Dato: La canción del cap es la que me convenció de escribir el libro.

 «I wanna feel you in my bones

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«I wanna feel you in my bones

Boy, I'm gonna love you

I'm gonna tear into your soul»

Desire - Meg Myers

SALEM.

Ramiro está encima mío, mis manos rodean sus piernas y la luz está apagada.

Hay un juego implícito en su mirada a mi rostro, el leve momento en el que la baja hasta la parte baja de mi abdomen. Sus dedos son fríos bajo la tela de mi camiseta, un escalofrío recorre desde la punta de mis pies hasta mi pecho cuando desabrocha uno de los botones de mi apretado pantalón.

He deseado a muchas personas en mi vida, no es un secreto, he confundido un montón de falsedades por amor; no deseo a Ramiro, lo necesito, mi cuerpo lo necesita, mis pulmones temen robar aire que le pertenezca en estos metros cuadrados, mis manos tiemblan de anticipación ante el leve contacto con su piel, la temperatura aumenta casi tanto como mis ganas de que me anhele igual que yo a él.

La tensión incrementa, él se mueve unos centímetros, eso es suficiente para provocarme. Continua impasible pese a que pueda sentir en todas sus formas la dureza que se crea debajo de la tela de mi pantalón, sus uñas son afiladas y rasguña un lado de mi torso, respiro con dificultad.

—Así que es cierto que a los artistas les encanta usar sus manos. —digo a modo de chiste con el escaso aliento que todavía no me ha robado, él suelta una risita.

—¿En qué piensas, Salem? —indaga como si no lo supiera.

Empujo su cuerpo contra el mío hasta que queda por completo pegado a mí, sujeto con fuerza su cintura. Sus mejillas están rojas, lo puedo sentir sin necesidad de verlo a la cara, con bastante descaro, él deposita un beso en mi cuello.

—¿Yo? Nada, estaba pensando en dormirme. —contesto.

—Claro que sí. —lo oigo reír y creo que eso es aún mejor que cualquier contacto que pudiéramos tener.

—Eres tú quien me tiene de rehén, ¿Me dejas ir así puedo descansar?

—Qué chistoso Salemcito, en tu otra vida en definitiva eras comediante —estira un brazo hacia la mesita de luz en busca de nuestras cosas.

Su espalda se arquea al levantarse, sus caderas se mueven hacia atrás y el resto de su piel busca con exaspero partes donde la mía no esté cubierta. Somos un par de idiotas enamorados que se dejan llevar, sin embargo, también somos conscientes de que ninguno de los dos es experto en el otro, el "delivery" que pedimos en la tarde era de una Sex-shop.

Siénteme pero no me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora