22. El antídoto (pt1)

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I know that you're scared

Because I'm so open

Golden - Harry Styles

RAMIRO.

Salem estuvo al borde de decirle suegro a mi padre en lugar de René, lo supe por el leve siseo antes de pronunciar su nombre.

—Buenas noches —saluda mi padre de manera cordial, lo observa a detalle antes de llevar su mirada a mí—. Ramiro, ¿Qué haces aquí? Son las dos de la mañana, pensamos que te perdiste.

—Se perdió —interrumpe Salem antes de que pueda abrir la boca—. Me vio este medio día, trabajo en la cocina del crucero, estaba sirviendo un platillo en la fiesta cuando lo encontré. Subimos hasta aquí para ver si desde lo alto lo encontrábamos a usted de hecho —él se levanta—. Qué alegría verlo.

—¿Y la botella? —indaga mi padre.

—De vuelta señor Gurdensen, trabajo en la cocina. Estaba mezclando bebidas y no tuve tiempo de dejarlo en alguna mesa, eso sería regalar el servicio.

Salem tiene una facilidad para inventarse historias que me deja pasmado cada vez que lo veo en acción. Lo observo, callado por temor a arruinar su actuación, en el fondo quiero reírme. Cambia por completo cuando te empieza a vender lo que desea, su postura corporal, sus gestos e incluso el tono de su voz trabajan en conjunto para hipnotizarte con sus palabras.

Es de ese tipo de personas que puede comprarte aunque no tengas precio, que pueden venderte lo que se propongan.

—Claro —asiente, no puedo creer que lo haya convencido de su cuento en menos de tres minutos—, Ramiro —llama al darse la vuelta hacia mí—. ¿Cómo vas a molestar así a este joven? Mil disculpas por los contratiempos.

—Ni se moleste René, estoy para servirle.

La mirada de mi padre revela profunda admiración, a él le encanta las personas que tienen bajo control su área, sea la gastronomía o el teatro, Salem domina su área. Salgo del sofá de manera disimulada, peino con prisa mi cabello en lo que llego hasta donde están.

—Voy a volver al cuarto, apresúrate, Flor te necesita —explica él— Es tarde.

—Vale —me muerdo el labio porque veo a Salem contener la risa—. espérame abajo.

No es hasta que lo veo a dos pisos que me atrevo a alejarme del borde del barandal, caminando hacia atrás una botella intercede en mi camino pero él me sujeta como si estuviera esperando que cayera. Aún no ha quitado del todo su "mascara" de seriedad.

Sujeta mis muñecas, reprimo una sonrisa juntando con fuerza mis labios, sin mucho éxito. Rueda los ojos cuando mi rostro se acerca lo suficiente al suyo, a veces no sé si me gusta más reír con él o verlo sonreír.

—Eres literalmente un peligro. —digo sin aliento, el poco que me da acaricia su piel.

—¿En qué estábamos? —él pone una de sus manos en mi cintura sin apartarse, nunca lo hace.

Siento un escalofrío cada vez que me toca, aquel hilo que conduce el deseo se desvia por el camino de la necesidad, inclusive de la desesperación por estar con él. Hay una ligera separación entre su mano y mi cuerpo, se puede ver en sus ojos que está aún decidiendo si debería.

Qué difícil es resistirse a lo inevitable.

—En que me voy —me resigno porque se nos están pasando las horas, mis parpados tratando de cerrarse ruegan un descanso—, gracias por esta noche gato negro —me cuestiono unos segundos antes de darle un beso en la mejilla—. ¿Buenas noches?

Siénteme pero no me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora