16. Tatuajes pasajeros del alma (Parte 2)

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Primero que nada, feliz lunes gay.

Segundo, Ramiro oficialmente enamorado es visiblemente un intenso, no se sorprendan de lo que pase desde aquí.

Tercero, hoy 10/10 es el cumple de Ramis ¡Felicidades a él! Aunque estemos adelantados en el libro. 

Este capítulo empieza justo luego de la cena.

Ramiro

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Ramiro.

Sobre reaccionar o no hacerlo me pasa la factura demasiado caro. La manera en la que actúo de forma consciente es descuidada, creo que eso me hace una mala persona.

Desde que Salem se fue, supe que algo se había roto en casa. 

Me quedo en el espacio del balcón de mi ventana en silencio confundido sobre qué debería hacer, de verdad me arrepiento de siquiera haber devuelto ese tema al presente. Lo minimizo como vengo haciendo con todo lo que siento porque me lleva funcionando dieciocho años.

La escucho entrar, sus tacones hacen ruido incluso cuando pisa en la alfombra, recuesto mi cabeza en la pared. Tengo esta estúpida costumbre de ir de cero a un cien sin puntos medios, podría haberme estado riendo a carcajadas del show de Salem hace unas horas y ahora no hay segundo en el que no sienta un agujero en el pecho del vacío, no estoy seguro de donde viene ¿No es eso lo peor de no sentirse bien? No saber cómo detenerlo porque es imposible luchar contra enemigos invisibles.

Me duele el pecho, culpo a Rodrigo porque es sencillo de culpar, es lo obvio del problema. A la vez me culpo a mí por evitarlo, por no hablarlo de lo que llevó a que mi cerebro convirtiera sus voces en gritos, me culpo porque pude haber solucionado esto y quizás la vida hubiera sido mejor.

—Estoy preocupada, Ramiro. —dice con suavidad al ingresar al pequeño espacio donde me escondo.

—Fue hace mucho tiempo, nada grave —aclaro cuando se sienta a mi lado—. te explico para que ya no indaguen, Walter es así con cualquiera, insistía en que habláramos o "hacernos amigos" hasta que Rodrigo se enteró. Luego se cansó. Ya está, todo bien, es más pequeño de lo que creen, solo soy un dramático.

—Lo lamento —susurró al poner su mano en mi espalda.

—No tienes por qué lamentarlo, no es tu culpa, de hecho no es culpa de nadie porque no le dije específicamente lo mucho que me molestaba. Solo le dije a una persona.

—Te aseguro que una persona mayor con esas intenciones molestando a un adolescente siempre sabe lo que hace y que no es correcto —defiende—. No le restes importancia, fue complicado para ti.

—¡Fue complicado para mí por lo que vino después! —aseguro nervioso—. Es que hasta él me da igual ya, no quiero hacer nada, quiero volver a la normalidad.

—Sabes, siempre creí que era mejor que ustedes como hermanos resuelvan sus problemas entre ustedes porque que intercediera podía cambiar las cosas, veo que me equivoqué. Ya que lo que te sigue molestando fue la reacción de Rodrigo.

Siénteme pero no me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora