Libro I
Nombre de antes DESTINATI A STARE INSIEME
La leyenda afirma que aquellos que estén unidos por el hilo rojo están destinados a convertirse en almas gemelas, y vivirán una historia importante, y no importa cuánto tiempo pase o las circunstanc...
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Keyra Lombardi
Parte II
El restaurante era más que un lugar; era un refugio, un mundo aparte diseñado para crear recuerdos imborrables. Cada rincón del Ciel Bleu estaba pensado para evocar asombro y admiración. Al entrar, mis ojos recorrieron las estanterías interminables que cubrían las paredes, llenas de libros que parecían guardar secretos milenarios. Había algo especial en ese lugar: la mezcla de lo antiguo con lo lujoso, de lo íntimo con lo majestuoso.
Zairo caminaba a mi lado con paso firme, como si él perteneciera a ese mundo de perfección. Vestido de negro, con su traje impecablemente ajustado y una corbata morada que hacía juego con mi vestido, parecía sacado de un sueño. Mi vestido, largo y elegante, me hacía sentir una versión más segura de mí misma, como si de alguna forma pudiera enfrentar cualquier cosa esa noche. La abertura en la pierna dejaba un destello de piel que parecía casi atrevido bajo la tenue luz de los candelabros.
Nos guiaron a una mesa privada, decorada con detalles literarios que me dejaron fascinada. La temática era Cuentos de Hadas, y sobre la mesa había pequeños adornos dorados y cristales que parecían brillar con su propia luz. La madera de la mesa estaba pulida hasta parecer un espejo, y las sillas de terciopelo eran tan cómodas que uno podía olvidar que estaba sentado.
La primera copa de vino llegó acompañada de una breve introducción del sommelier, pero su explicación se perdió entre los latidos acelerados de mi corazón. Zairo no apartaba los ojos de mí, y había algo en su mirada que me hacía sentir completamente expuesta, pero de la mejor manera.
—No lo pruebes todavía —dijo, levantando su copa.
—¿Por qué?
—Porque quiero brindar primero. Por ti, por nosotros, y porque cada día haces que todo valga la pena.
—Zairo —empecé, pero él negó con la cabeza suavemente.
—Nada de peros, Keyra. Tú y yo sabemos cuánto hemos pasado para llegar aquí.
Levanté mi copa, y nuestros ojos se encontraron por un momento antes de beber. El vino era suave, con un toque dulce que combinaba perfectamente con el ambiente.
—¿Te das cuenta de que esto parece sacado de un cuento? —le dije mientras probaba el primer bocado.
—Lo planeé así —respondió él, inclinándose hacia adelante con una expresión traviesa—. Aunque creo que tú eres la que le da el toque mágico.
Reí suavemente, sintiendo cómo el peso de las últimas semanas se desvanecía poco a poco. La comida seguía llegando, cada plato acompañado de una historia que el camarero narraba con entusiasmo. Zairo escuchaba con atención, pero yo no podía dejar de mirarlo. Había algo en su tranquilidad que me daba paz, como si todo estuviera en su lugar mientras él estuviera cerca.