Capitulo treinta y tres

707 44 2
                                    

Keyra Lombardi

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Keyra Lombardi

Horas antes del rescate

La habitación olía a humedad y polvo, un lugar abandonado que ahora era mi prisión. El tiempo parecía haberse detenido, como si el mundo fuera ajeno a mi sufrimiento. Mi cuerpo dolía en cada centímetro; los golpes no habían sido pocos ni suaves. Tenía el labio partido, un ojo hinchado, y sentía un ardor punzante en las costillas que apenas me dejaba respirar.

Estaba sola, atada en una silla que rechinaba con cada movimiento. Mis muñecas ardían por las cuerdas apretadas, pero eso era lo de menos. El frío del suelo de concreto parecía trepar por mis piernas, recordándome que no había salida.

Chloe.

Nunca pensé que sería capaz de llegar tan lejos, pero aquí estaba, convertida en mi verdugo. Cada palabra suya era como una cuchilla. Había disfrutado cada momento de mi dolor, como si fuera un espectáculo diseñado para su entretenimiento.

La puerta chirrió al abrirse, y mi cuerpo se tensó instintivamente. Entró ella, impecable como siempre, con una sonrisa que no auguraba nada bueno. Tras ella, apareció un hombre alto, de rostro endurecido y mirada vacía.

—¿Cómo estás, Keyra? —preguntó Chloe, con un tono irónico—. Bueno, supongo que no muy bien.

No le respondí. Hablar solo le daría más poder.

Chloe se acercó lentamente, estudiándome como si yo fuera un objeto roto.

—Sabes, siempre creí que eras intocable. La pequeña Keyra, con su vida perfecta, su carrera prometedora... Pero mírate ahora. Tan frágil, tan vulnerable.

Cada palabra suya me hacía querer gritar, pero me contuve. No le daría la satisfacción.

El hombre que la acompañaba se movió detrás de mí, y antes de que pudiera reaccionar, sentí el tirón de mi cabello. Mi cabeza fue forzada hacia atrás, y un quejido escapó de mis labios.

—Hazlo rápido —ordenó Chloe, entregándole su teléfono al hombre.

Él me soltó con brusquedad, y antes de que pudiera recomponerme, sentí el golpe. Su puño impactó en mi mejilla con fuerza suficiente para hacerme caer de lado junto con la silla. El dolor fue inmediato, y un sabor metálico llenó mi boca.

—Perfecto —dijo Chloe, acercándose con el teléfono para tomarme una foto mientras yo yacía en el suelo, tratando de recuperar el aliento.

Pude verla encuadrando la imagen, asegurándose de que mi rostro herido y la sangre fueran el centro de atención.

—Esto es justo lo que necesitamos —dijo, sonriendo.

—¿Para qué? —logré preguntar con dificultad, mi voz quebrada por el dolor.

Chloe se inclinó, colocando su rostro cerca del mío.

—Para que Zairo entienda que todo lo que ama puede ser destruido.

IndelebleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora