Libro I
Nombre de antes DESTINATI A STARE INSIEME
La leyenda afirma que aquellos que estén unidos por el hilo rojo están destinados a convertirse en almas gemelas, y vivirán una historia importante, y no importa cuánto tiempo pase o las circunstanc...
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Keyra Lombardi
13 de junio del 2018
La tarde había comenzado tranquila. Estaba en mi departamento, sentada en el sofá, mirando mi teléfono y esperando que Axel y Enya llegaran para irnos a la playa. Necesitaba aire, un respiro de todo. No sabía que mamá aparecería de repente, tocando la puerta con esa energía cargada de enojo. No vive conmigo, y de alguna manera, su presencia en mi espacio personal ya me incomodaba. Desde que papá le pidió el divorcio, todo ha sido una tormenta entre nosotras, una tormenta que, al parecer, hoy estaba lista para explotar.
Cuando abrí la puerta, su mirada era dura, como si yo fuera el blanco de todo su sufrimiento. El saludo fue frío, casi inexistente, y sin decirme nada más, entró directamente, como si fuera la dueña del lugar. No tuve tiempo de preguntarle qué hacía aquí; Simplemente la seguí mientras me preparaba para lo inevitable.
—Así que... ¿cuándo pensabas decírmelo? —dijo ella de repente, rompiendo el silencio.
Me quedé quieta, sin entender a qué se refería. ¿Decirle qué? ¿El qué?
—No sé de qué hablas —respondí, intentando mantener la calma.
—De que tu padre te escucha a ti más que a nadie. De que seguramente tú fuiste quien lo empujó a pedirme el divorcio —sus palabras salieron como veneno, llenas de acusación que nunca me esperé.
Sentí el calor subiendo por mi rostro. No era la primera vez que insinuaba que todo esto era mi culpa, pero nunca lo había dicho con tanta claridad. Papá había tomado su decisión, y claro que habíamos hablado de ello, pero jamás le sugerí que lo hiciera. Mamá simplemente no podía aceptar que la relación entre ellos se había roto hace tiempo, mucho antes de que yo ni siquiera me involucrara.
—No tienes idea de lo que estás diciendo —contesté, tratando de sonar firme—. Papá tomó su propia decisión, y no tiene nada que ver conmigo.
Su mirada se estrechó y dio un paso hacia mí. Sentí una presión en el pecho. Sabía lo que venía, sabía que estaba demasiado dolida como para razonar.
—No te hagas la inocente, Keyra. Sabe bien cómo manipular a tu padre. Siempre fuiste tu favorita, y ahora lo tienes de tu lado —su tono estaba cargado de amargura—. ¿Qué ganas con todo esto? ¿Verme destrozada? ¿Eso es lo que querías?
—¡Basta! —grité, levantando la voz sin siquiera darme cuenta—. ¡No te atrevas a poner esto en mis hombros! Tú y papá llevan años peleando, esto no es por mí.
El silencio que siguió fue brutal, como si el aire se hubiese detenido. La furia en sus ojos se transformó en algo más oscuro, algo que no había visto antes en ella. Y de repente, lo sentí: el golpe. Su mano impactó contra mi mejilla con una fuerza que me dejó aturdida. Mi cabeza giró y tropecé hacia atrás, llevándome una mano a la cara, sintiendo el ardor propagarse por mi piel.