Capitulo quince

1.2K 82 4
                                    

Keyra Lombardi

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Keyra Lombardi

12 de julio del 2018

La oficina estaba inmersa en el bullicio habitual de una jornada crucial. El ritmo frenético del trabajo de cada uno parecía haberse intensificado con el paso de las horas. El zumbido constante de los teléfonos, las conversaciones rápidas y los clics de los teclados llenaban el ambiente. Había algo en el aire que siempre me hacía sentir presionada para dar lo mejor de mí. Era como si todos los ojos estuvieran puestos en el resultado de este proyecto, y no podía fallar. Al menos, no lo haría sin luchar hasta el último respiro.

Recorría el pasillo, una mano aferrada a la tableta con las propuestas visuales para la campaña de moda, la otra sosteniendo un café frío que ni siquiera me estaba ayudando a despejar la niebla mental en la que me encontraba. Las horas de trabajo interminables, las noches sin dormir, el café sin descanso... todo se me acumulaba y mi cuerpo, en algún punto, había decidido rendirse. Pero no podía, no aún. La reunión con Zairo y los demás directivos comenzaría en menos de media hora, y las ideas que había estado preparando debían estar perfectas. No había lugar para dudas ni para un solo error.

La presión se sentía como una opresión en el pecho. La luz fluorescente que bañaba el pasillo parecía volverse más brillante, punzante. Sentí que mi cabeza latía con cada paso que daba. Estaba agotada, física y mentalmente. El cansancio me estaba ganando, pero mi orgullo me impedía admitirlo. Sabía que no podía detenerme ahora. Nadie en la empresa lo permitiría.

Dante, mi compañero en el departamento de diseño, apareció de repente en el camino, interrumpiendo mis pensamientos. Caminaba con rapidez, como si tuviera prisa por algo. Al principio no lo noté, pero al ver que venía directamente hacia mí, su expresión preocupada me hizo fruncir el ceño. Dante no era de los que mostraban preocupación abiertamente. Si algo, su mirada solía ser imperturbable, analítica, como la de un observador distante que no se involucraba demasiado.

—¡Keyra! —exclamó, su voz cargada de inquietud—. ¿Estás bien? Pareces... agotada.

Intenté restarle importancia a su comentario. No podía dejar que alguien me viera vulnerable, especialmente él. Dante era observador, astuto, y aunque solía ser una persona con la que se podía contar en lo profesional, nunca había sido cercano a nivel personal. Quería que pensara que todo estaba bajo control. Al fin y al cabo, eso era lo que se esperaba de mí.

—Estoy bien —respondí rápidamente, sin detenerme en mi paso, sin darle espacio a que se interpusiera en mi camino. Tenía que llegar a la sala de juntas, tenía que estar preparada para la reunión. No podía permitirme mostrarme débil—. Solo necesito llegar a la sala de juntas.

Pero no era solo mi orgullo lo que me hacía rechazar cualquier tipo de ayuda. Era la necesidad de estar a la altura de las expectativas, de demostrar que podía manejar la presión, que podía estar a la altura del trabajo sin perder el control. Sin embargo, el mundo comenzó a tambalearse a mi alrededor, desmoronándose en fragmentos borrosos que se deslizaban fuera de mi alcance.

IndelebleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora