Cicatriz

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Espero que les guste~

Macaque tarareo, sintiendo las pequeñas mano de su hijo rozando sus múltiples orejas y soltando pequeñas risa cuando el mayor las movía. Era algo extraño pero su hijo estaba feliz y no lo estaba lastimando, así que lo dejó, sonriendo con cariño ante la curiosidad ajena.

-Son coloridas~- MK estaba sorprendentemente fascinado por las orejas de su papá, asombrado por la cantidad pero los colores brillantes era lo que más llamaba su atención. Soltó una risa cuando las seis orejas se sacudieron. Rozó con la punta de sus dedos las zonas de colores, dispuesto a recordarlos para hacer su dibujo más tarde, bajando las manos para acariciar el suave pelaje oscuro y luego ponerlas en las mejillas ajenas, dándole un apretón, riendo alegremente ante la mueca que había formado en el rostro ajeno.

-¿Te diviertes, Kid?- rio ligeramente, soplando, volviendo a sacar una risa del niño.

-¿Puedes escuchar muy bien?- soltó su rostro, acomodándose entre los brazos de su papá. -¿Y no te duele?- preguntó al recibir un asentimiento como respuesta a lo anterior. No podía imaginarse que tipo de audición tenía el mono, él a veces se sentía abrumado por todos los ruidos de la ciudad y no quería imaginar cómo debía sentirse al tener 6 orejas.

-A veces...- asintió. -...pero concentrarme en un sonido me ayuda...- usualmente se concentraba en el sonido de su propia respiración, aunque ahora también se contaba en el latir de corazón de su hijo. -...o sino, tengo mis audífonos- eran unos especiales y lo suficientemente grandes para tapar sus orejas, el silencio que traían esas cosas eran una enorme bendición.

-Oh...- los dedos del niño rozaron la cicatrices que cortaba la ceja ajena e una por encima del ojo color cremoso, por el cual sabía que sus papá no podía ver.

-¿Alguien te lastimó, papá?- se atrevió a preguntar después de unos segundos de silencio. -¿Un hombre malo?-

-Si pero fue hace mucho tiempo- no iba a ser muy específico, no ahora.

-¿Te molesta la...marca que te dejó?- MK podía ver las marcas en sus brazos y piernas pero por suerte, las peores marcas que tenía, eran en su espalda, un lugar donde no podía ver con facilidad. Le daban vergüenza y traían malos recuerdos, así que evitaba mirarlas.

-Cuando era más joven, si...- había tenido mucha vergüenza y había sido rápido en usar glamour para ocultar esa cicatriz, una marca que le recordaba su falla y su muerte a manos del imbécil adorador de duraznos. -...pero ahora ya no. Es parte de mi- se inclino, rozando con su nariz la frente ajena, notando el puchero en el rostro del niño. -¿Tus cicatrices te molestan, pequeña sombra?- sabía que lo molestaban, nunca se sacaba la remera frente a nadie, ni siquiera frente a sus amigos y Mei, se había aferrado a remera en un viaje a la piscina hace unas semanas atrás.

-Son feas...y no me gustan...- murmuró con una mueca.

-¿Sabes que significan las cicatrices?- preguntó, llamando la atención del menor.

-Que alguien me lastimó- respondió después de pensarlo.

-Si...- asintió. -...pero significa que sobreviviste- sonrió, el niño mirándolo con curiosidad. -Alguien te lastimó lo suficiente como para dejar una cicatriz en ti...- la marca que cruzaba por encima de ojo ciego era una prueba de ello. -...pero sobreviviste para seguir adelante y conseguir una mejor vida...-

-¿Para conocernos y ser una familia?- sonrió ligeramente.

-Exacto~- se inclino para dejar un suave beso en la frente de su hijo, quien alzó las manos para agarrar las mejillas ajenas y darle un apretón. -Ambos sobrevivimos para conocernos y ser una familia- abrazo al menor con fuerza, MK correspondiendo el gesto rápidamente y apoyándose en el hombro de su papá, sonriendo. Sus marcas le daban tristeza y le traían malos recuerdos pero ahora que su papá lo mencionaba, podía empezar a ver el lado positivo. Alguien lo había lastimado y lo había abandonado, había estado mucho tiempo solo y en la calle pero había tenido mucha suerte al ir a aquel teatro que había llamado su atención para revisar su basura, había encontrado a alguien que estaba dispuesto a quererlo y cuidarlo.

-Te quiero, papá- estaba tan aliviado de estar allí con él, en su pequeño hogar, lleno de cariño y calidez.

-Y yo a ti, pequeña sombra- apretó su agarre en su hijo, contento de cómo había ido su vida, incluso si muchas cosas habían cambiado.

Papa MacaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora