Mente

2K 255 70
                                    

Espero que les guste~

MK miro fijamente la página del libro que su papá le había dado, sorprendido por lo pesado que era y frunciendo el ceño en concentración, intentando entender lo que le habían explicado. Las palabras extrañas que estaban allí escritas eran de un hechizo, uno que iba a dejar que entrarán a su mente para buscar la odiosa llave que tantos problemas le había causado.

-¿Entendiste, MK?- preguntó Macaque, esperando pacientemente, incluso si quería golpear al dios al sentir como se removida en su lugar con algo de impaciencia.

-Eso creo...- no entendía como aquello iba a funcionar pero estaba decidido a intentar, confiando en su papá. -¿Vas a entrar a mi mente?- el de pelaje oscuro asintió. -¿Tú también, Monkie King?- miro al dios.

-Si eso no te molesta, Kid- asintió Wukong con una pequeña sonrisa.

-Ok- recorrió las extrañas palabras con sus dedos, tarareando para si mismo. -Supongo que pueden hacerlo...- se quedó pensativo, sin notar como el par dejaba escapar un largo suspiro de alivio. -...¿Qué debo hacer yo?- preguntó, curioso y confundido.

-Eso es lo bueno...- el dios se acercó, rodeando los hombros del niño con su brazo. -...solo debes dormir y dejarnos el resto a nosotros- y así se decidieron llevar a cabo el hechizo, yendo a la casa de Sandy, quien les había ofrecido un lugar seguro para que pudieran estar en el proceso.

-Gracias por esto, grandote- sonrió Wukong, terminando de acomodar los colchones y sábanas en el suelo. Se veía como un nido hecho rápido y a último momento pero mullido y cómodo, lo suficientemente grande para dos demonio-mono y un niño pequeño.

-No hay que agradecer, mis amigos- asintió con una amable sonrisa, inclinándose para dejar algunas almohadas allí. -Siempre es un placer poder ayudar- apenas se había enterado de su plan, había ofrecido su hogar, grande y cómodo, donde no estarían solos y serían vigilados mientras se adentraban a la mente del menor.

-¿Están listos?- Pigsy se acercó a ellos, habiendo básicamente exigido estar presente para poder cuidarlos y vigilarlos.

-Eso no depende de nosotros- y se voltearon a ver al sillón, donde estaba MK, tambaleándose y luchando para mantener los ojos abiertos, bostezando ampliamente. Había estado ansioso pero no era nada que un poco de leche tibia y algunas galletas no pudieran ayudar.

-Ven aquí- Tang se adelantó, alzando al menor y acercándose al nido, dejándolo en el medio, sacándole los zapatos antes de alejarse.

-...Momo...- murmuró, acurrucándose.

-Nunca me olvidaría de Momo- bufo el mono de pelaje oscuro, buscando en la mochila que había traído y sacando al muñeco con apariencia de mono, dejándolo entre los brazos ajenos, sonriendo con cariño al ver como si hijo se quedaba rápidamente dormido. -¿Listo para esto?- miro al dios.

-Hagámoslo- asintió con decisión, sonriendo con toda la confianza a pesar de la extraña situación. Se acostaron a cada lado del niño dormido, Macaque tomando una de las pequeñas manos y Wukong apoyando su mano en la espalda del menor, ambos diciendo en voz alta y al mismo tiempo las palabras de aquel hechizo que habían practicado unas cuantas veces antes, sus ojos brillando intensamente para la sorpresa de los presentes, ambos sintiendo como de repente flotaba en la nada por unos segundos y luego caían de golpe, hundiéndose en la oscuridad.

... ... ... ...

-Eso fue...raro- murmuró Wukong, sintiendo por primera vez el vértigo de una caída.

-Puedes repetirlo- asintió Macaque, levantándose del suelo, frotándose ligeramente la cabeza. Esa caída había sido extraña y el golpe que habían dado con lo que parecía ser una superficie dura no les había dolido pero lo había dejado una sensación de sacudida. Alzó la visita para mirar a su alrededor, parpadeando con sorpresa al ver todo a su alrededor se veía como su departamento, aunque juraba que había más espacio. -¿Mi departamento?-

-Eso parece- se levantó de igual manera, viendo con curiosidad a su alrededor. -El niño debe amar este lugar para que sea el centro de su mente-

-¡Tienes mucha razón!- se sobresaltaron ante la voz y se voltearon. -¡Hola papá! ¡Hola Monkie King!- saludo, era MK pero con rasgos de mono visibles, su pelaje esponjado y de un fuerte color castaño, con la misma marca de Macaque en su adorable rostro.

-Awwww~- Wukong arrullo, lleno de adoración, arrodillándose para acunar las manillas ajenas, encantado. El pequeño simplemente sonrió, riendo ligeramente.

-No eres MK, ¿o si?- Macaque enarco una ceja, curioso, aunque también estaba encantando por su apariencia.

-Solo soy una pequeña parte de él- sonrió, su larga cola moviéndose con ánimo. -¿Vinieron por la llave?-

-¿Sabes donde esta?- preguntó el dios, recordando a lo que venían, levantándose.

-Yo no, el guardián se lo llevó y lo escondió...- ambos enarcaron una ceja ante eso, curioso por lo de "guardián". -...pero apuesto que si se lo pido amablemente, les dirá donde está- sonrió.

-¿Puedes hacerlo, por favor?- hablo con tono amable, sonriendo ligeramente ante la pequeña parte de su hijo.

-¡Por supuesto que puedo, papá!- asintió rápidamente, sus ojos brillando por unos segundos. -¡Ahí viene!- pasos de escucharon venir del pasillo detrás del pequeño, una figura dejándose ver al poco tiempo y haciendo que ambos abrieran la boca con asombro. Era Macaque, aunque el guardián no usaba ningún glamour, dejando a la vista y casi de manera orgullosa sus seis orejas coloridas, incluso dejaba ver la cicatriz y el ojos ciego de color cremoso, detalles que usualmente el original escondía. Vestía tal y como lo hacía para entrenar, con pantalones cómodos y aquella remera sin mangas negras, aunque el guardián usaba zapatos.

-Estoy viendo doble...- el dios parpadeo, su mirada yendo al guardián y luego a su amigos, sorprendido.

-¡Hola guardián!- la pequeña versión de MK con características de sonrió, lanzándose para abrazar la pierna del recién llegado, usando sus cuatro extremidades como lo haría un verdadero mono.

-Hola Monkie Kid- hablo, suave y con tono grave, incluso su voz era la misma. Bajo su mano para darle una suave caricia al pequeño, quien rio ligeramente. Es entonces cuando levanta la vista, su único ojo dorado fijándose en los intrusos, quienes por alguna razón se enderezaron. -Supongo que ustedes vienen por esa horrible llave, ¿no es así?- ambos asintieron rápidamente, serios, queriendo demostrar que estaban allí con esa única intensión. Esta era la mente de un niño, quien había dado su consentimiento, pero las mentes eran zonas inexploradas, así que nadie sabía cómo podían reaccionar las representaciones que aparecían allí. -Bien...- asintió, luciendo satisfecho. -...los llevaré pero tendrán que venir a buscar esa cosa conmigo- eso no sonaba bien, dándoles un mal presentimiento, pero asintieron de cualquier manera, dispuesto. -Tu te quedas aquí- tomo al pequeño prendido de su pierna, haciendo que lo suelte y dejándolo suavemente a un lado.

-Awwww, qué injusto- se quejo con un puchero, su cola castaña moviéndose con molestia.

-No todo es justo- bufo. -Vamos. Entre más pronto vallamos, más pronto terminaremos esto- sonaba cansado mientras se daba media vuelta, haciendo una seña antes de avanzar e ir por el mismo pasillo por el que había venido, los monos apurando su paso para seguirlo.

Papa MacaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora