19. Девятнадцать.

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No puedo aguantar un día mas aquí.
Solo nos alimentan una vez al día, no hay donde ir al baño más que un cubo que todos usan y
ni se ve en dónde está.
(Creo que está al final en una esquina)
Ya entiendo porque el suelo está lleno de orina, como no se ve nada, no todos pueden usar el cubo. No he ido al baño por lo mismo.

Tampoco quiero acercarme al grupo acumulado del final del contenedor.
Siento que no pertenezco y aunque aquí hay personas de varias etnias, no sé qué susurran porque la mayoría no son rusos.

Y para empeorarlo... ya entendí porqué todos están lejos de la puerta y prefieren estar cerca al berrinche del cubo.

La cuestión es que las dos chicas que estaban "acostadas durmiendo" frente a mi... están muertas.

Lo supe porque cuando volvieron a abrir la puerta, vinieron a escoger entre nosotros a quién comprar y al cliente le llamó la atención las 2 chicas "durmientes" y cuando preguntó porqué están raras, el vendedor dijo:

- El que limpia los cuerpos está ocupado en Harlem. Así que mientras tanto las dejaremos aquí hasta que regrese. -

El cliente se acercó para verlas de cerca y le movió la cara a una de ellas, con la punta de su zapato para ver el rostro.
Él mismo alumbraba con la linterna de su móvil y se rió al mismo tiempo que decía:

- Que lastima que está fea. -

Cuando le movió la cara, se veía rara, como entumecidas y arrugadas porque se pasmaron en la misma posición de acostadas. Abrí los ojos por el susto de ver un cadaver.

Tenían los ojos cerrados y hundidos, las bocas desencajadas. Eso no lo había visto porque el pelo las cubría y la oscuridad nos abrazaba a todos.
Se me revolvió el estómago cuando las vi.
Creo que no vomité porque literalmente no tengo nada en el estómago.

Esto es lo más perturbador que he visto en mi vida. La angustia es igual a no poder respirar.

El hombre apagó su luz de celular y el capataz encendió y apuntó la linterna industrial, al resto de nosotros.

- solo quiero ver niños. -
Expresó el cliente con semblante duro y despreocupado.

- ¿Cuántos niños tienes?-

El vendedor dijo: - No muchos, solo estos... y un chico. -

Después que le mostró los otros niños yo fui el último.
Descartó a los pequeños enseguida.
Me apuntaron con la luz blanca y arrugue los ojos, quedé ciego y baje la cabeza para esconderme del resplandor. No puede ser... siento que estoy en un escenario y me apuntan todas las luces.
El cliente se agachó para verme de cerca, me tomó del rostro y lo levantó para analizarme. Cuando me vió, le cambio la cara amarga, a una de interés; es como si hubiera visto un billete de 100$ en el suelo.

- ¡ESTO ES LO QUE ESTABA BUSCANDO!-
Habló tan alto que una niña que no era rusa se exaltó porque pensó que él estaba gritando.

Me dio escalofríos... ¿me eligió?

El de la linterna me agarró por el brazo para que me levantara y me llevó jalado hasta afuera.

Respire hondo, llené mis pulmones de vida.

Ya se me había olvidado lo que es el aire puro.
Creo que ya mi nariz se acostumbro a la peste cadavérica, mezclada con cloaca.

Me llevaron prácticamente jalado hasta el otro contenedor, yo andaba débil por falta de alimentación, así que caminé casi arrastrando los pies.

Fuimos al mismo contenedor donde me tomaron las fotos en desnudo frente a un aro de luz.
Apenas entramos cerraron la puerta y el cliente quería verme en detalle.

Valerian Donde viven las historias. Descúbrelo ahora