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1. Al que la muerte señalo.

Fue cuando la normalidad se volvió demasiado complicada para un niño extraordinario que el mundo quebró.

La dedicación que durante su joven vida hizo gala no fue suficiente para mantener la ingenua amistad que lo había unido a Hermione y Ron. Y las cosas solo se complicaron cuando personajes más capaces consumieron la escasa fe en él que sus seres amados se habían mostrado reacios a dejar ir.

Era una época dolorosa para ambos extremos de la guerra. Y en realidad Harry no les odio, no estaba en su naturaleza gentil concebirlo y no creía haber nacido con ese don; porque si hubiera podido hacerlo tal vez muchas cosas que sucederían entonces serían más fácil para él.

Nuevos lideres nacían de todas partes. Más fuertes, más decididos, más valerosos.

Brujas nobles que liberaban pueblos mágicos asediados. Familias mestizas que se permitían dejar un sutil hechizo sobre los hogares de sus vecinos muggles antes de dormir, recién graduados que salían al mundo para defenderlo.

Tantos que resistían y morían y salvaban. Incontables nombres que resonaban al ser llorados.

Podía leerlo en los ojos de su gente con tanta facilidad como podía leer Quidditch a través de los tiempos, Harry se había vuelto bueno en eso. ¿Porque permites que nos maten? ¿No eres acaso nuestro elegido?

Pero Harry solo tenía dieciséis años y nadie le había tomado nunca la mano para guiarle, ¿Como podía quien estaba perdido dirigir a otros?

Al comienzo las pesadillas llegaron disfrazadas como suaves distracciones de la realidad. Y como un niño al que incluso la esperanza a abandonado se permitió acurrucar por sueños que, aunque crueles, estaban libres de dolorosa verdad.

Fue puesto en una posición incómoda. Fue agotado y aterrorizado.

No merezco estar aquí, pensó Harry desesperadamente en su última noche con vida.

Que pasara cuando se enteren que soy una farsa. Todas esas buenas personas que me esperan, que confían y desean por mí, ¿Cómo les explicare que solo soy un niño común, asustado y tonto?

Acurrucado en la sucia litera se retorció sobre sí mismo y araño su garganta que le sellaba el aliento. El corazón le latía poderosamente como un recordatorio molesto de la vida que se le agotaba.

Harry iba a morir. Lo sabía tan bien como sabía de los torposoplos que confundían la mente de Sirius Black.

Harry iba a morir y nunca había sido querido.

El niño podía escuchar a los magos susurrando fuera de su carpa, el ejercito siempre estaba en movimiento. Y sentía más horror de esta realidad que de las pesadillas en las que el Lord oscuro y él eran una mente para matar y torturar; porque por lo menos entonces no estaba solo.

El amanecer estaba cerca y con él la sentencia que pendía sobre Harry. Este era el momento que los magos, oscuros o de luz, esperaban desde hace cinco años. El desenlace que concluirá al fin aquella agotadora guerra.

Harry se levantó en soledad y observo todo por última vez, pues estaba seguro que ganara o perdiera no viviría para saber más. Y también en soledad mordisqueo el pan mohoso que más por costumbre que por otra cosa consumía cada mañana.

Los conocimientos mágicos de Harry eran, en cualquier caso, deficientes. No se pensó en enseñarle ninguna particularidad que le diera ventaja, pues se suponía que el niño había nacido héroe; que tenía aquel poder profetizado. Y un niño paliducho, flaco y triste se volvió la única esperanza de esa gente.

El castillo en nunca jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora