12. Pre, ¡alé!
Sirius apareció temprano en la mañana. Ingreso con fanfarria a la sala común de Gryffindor llevando esa sonrisa saciada que no dejaba sino amplia idea de sus agradables actividades. Observo remilgadamente la multitud de adolescentes desmayados.
Les analizo con la boca fruncida y salto por entre las extremidades, buscando la cabecita del cachorro. En ese momento la sala común de Gryffindor era una especie de campamento maloliente, donde la gran parte de sus miembros mayores formaban una pila de borrachos.
Que orgullo y cuanta nostalgia. Casi podía ver al James de su juventud danzando en alegría y con el corazón completo, allí bajo esos estandartes y viejas vigas.
El maestro enterró los dedos en una cabeza particularmente desordenada y la alzo. No, ese no era el suyo. La cara del niño azoto la alfombra cuando le soltó con desinterés.
Los ojos de alguien se entreabrieron y entonces un par o dos de estudiantes cayó en extraña contemplación, mirándole identificar los cuerpos. Las tendencias liberales del hombre no alimentaban su osadía, después de todo Black era casi tan demente como caprichoso.
─¿Dónde está? ─preguntó hacia ellos y ladeando la cabeza.
El qué o quien no era complicado de adivinar, por lo menos para los niños que crecieron respetándole. Black amaba tanto a Potter que era injusto, y este querer incluía a su diminuta y melancólica versión.
Los estudiantes se encogieron sobre si mismos, todos con la expresión estúpida que trae una buena resaca. Evitaron mirarle demasiado no por temor a castigos o el bien de sus puntos, Sirius no acostumbraba corregirles; sino porque de niños se les dijo casi como una parábola cuan vil era todo personaje que surgía de esa familia.
Apreciaban y honraban al profesor Black, pero los prejuicios labrados a fuego en mentes infantiles eran dificiles de eliminar. Sabían que era bueno, justo y mejor que la mayoría de los magos adultos que jamás los respetarían como él sí, pero eran niños y las mentes jóvenes se llenan con facilidad.
Sirius noto sus ojos esquivos y no les dio más importancia de la que se le da a un par de cachorros revoltosos, sabía que para ellos no era normal.
Por lo menos para su familia no lo fue (lo que era bueno en realidad) y para el resto de la comunidad mágica tampoco. No había exactamente un sitio para él, que no se ubicaba entre los dementes Black ni en la sobria Inglaterra mágica.
Nada que le acomplejara. Sirius estaba por sobre las quejas del común, tal belleza o talento no viene desprovista de arrogancia.
Tenía a Cornamenta, Lunático, Tonks y a la buena de Andrómeda. Incluso estaba Snape para cobrar su odio, porque mientras no dejara ir a Lily estaban enredados juntos. De esta forma los años no estaban ajenos a la entretención del tormento.
Ahora Sirius también tenía al cachorro que era la mitad de James, pero todo su corazón.
Frunció la nariz y miro a su alrededor. Vio a Weasley, el capitán de Gryffindor y recordó ver a Harry a su lado.
El adolescente estaba desmayado mitad en el suelo, mitad en el sofá. Un espeso puente de saliva oscilaba desde su mentón hasta el cuello del uniforme de quidditch, y en la mano derecha colgaba la botella de Whisky de fuego con no mas que un par de gotas.
No había dudas de que Ron la había pasado fantástico la noche anterior, pero su hijo no estaba con él.
En realidad no parecía estar en ninguna parte.
Noto pasos suaves que descendían por la madera vieja, una respiración y el aroma a algo como papel o tal vez esa tinta barata de Hogsmeade.
─No está aquí.
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El castillo en nunca jamás
Fanfic[ El reflejo no era un sueño, sino la pesadilla de lo no destinado a ser.] Su vida trató sobre deber. Desde el nacimiento hasta la muerte fue un periodo de caos destinado a nutrir su sacrificio, lo sabía y estaba bien con eso. Pero ¿por qué al morir...