23. Besada por el solCuando los días comenzaron a ser un poco más cálidos los alumnos regresaron al castillo.
Harry se levantó una mañana, y al terminar de desayunar encontró cientos de rostros infantiles deambulando alegremente. Todos ellos cargando esa esperanza y vida tan propia de la juventud, y que ciertamente terminaban por contagiar.
Se sentía muy mal, pero desde esa tarde que había presenciado a Snape y Lily pelear, el dolor era menor. Y aunque la mayor parte del tiempo preferiría estar sepultado bajo las suaves mantas de su cama, se obligaba a fingir normalidad.
Necesitaban esa falsedad para pretender que después de todo había un futuro esperándolos.
James y Sirius no estaban en el castillo. En algún momento del día anterior se habían escapado a sus mansiones para buscar más textos antiguos, de esos que solo aceptan el toque de su estirpe, y que pudieran albergar un buen secreto.
Remus llevaba a cabo su propia investigación, aún sin resultados. Y si se parecía un poco al hombre que Harry conoció, debía estarse consumiendo en un espiral de locura intelectual. No le gustaban los problemas sin solución, mucho menos aquellos que alteraban la felicidad en la manada.
—¡Compañero! —la voz de Ron era un poco más grave, pero era inconfundible. Y cuando el brazo musculoso le apretó los hombros estaba preparado para resistirlo.
—¿Los gemelos te molestaron mucho? —Harry le preguntó, riendo. Recargó todo el peso de su cuerpo y el que Ron añadía, contra el costado de la ventana junto a ellos.
Su amigo bufó, pero Harry notaba por la manera en la que arrugaba el entrecejo que alguna desafortunada situación debería de haber ocurrido. De igual forma sabía que no hablaría de eso, porque no admitiría que sus hermanos seguían teniendo poder sobre él y sus nervios.
—Mira eso. —en su lugar señaló al director, al otro lado del pasillo. Como si su imagen fuera un mal presagio para el resto del día.
Harry observó a Snape conversando con su colega, el profesor residente de pociones. Se veía muy serio y poderoso, tan diferente a esa tarde cuando se acobardó bajo los ojos incandescentes de Sirius, que amenazaban con tragárselo a él y a Lily.
En su furia Canuto había sido incontrolable, pero el director que siempre fue muy bueno en dar punzantes respuestas, se quedó callado. No intentó defenderse aún cuando el mago lo presionó con la punta de la varita.
Harry sabía que no volvería a ser invitado a pasar la tarde con ellos. Sirius había sido claro cuando arruinó la sonrisita de muñeca de Lily con sus blasfemias poco caballerosas.
Y ni siquiera supo preguntarse porque fue a él a quién Snape llamó, muchas veces el amor de Sirius era tan abrumador que opacaba por completo la paternidad de James. No que este último lo amara un poco menos, pero es que con Sirius las emociones eran tan poderosas que te orillaban a olvidar ciertos detalles.
—Vamos, vamos. —Ron lo empujó para seguir a la aglomeración de Gryffindor que arrastraba sus baúles, rumbo a la torre— No miremos cosas miserables.
Se mezclaron en el mar rojo y dorado que bullía de risitas y bromas de mal gusto, con ellos Harry se sentía extrañamente en paz. Una cosa disparatada para la mayoría de la gente, que jamás podría encontrar en Gryffindor algo menos estrés, ni que decir de confort.
—En el tren decían que Granger ha vuelto de las fiestas con monstruosos alambres en la boca, ¡Qué cosas tan extrañas hacen los muggles! —le contó rápidamente, entusiasmado.
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El castillo en nunca jamás
Fanfiction[ El reflejo no era un sueño, sino la pesadilla de lo no destinado a ser.] Su vida trató sobre deber. Desde el nacimiento hasta la muerte fue un periodo de caos destinado a nutrir su sacrificio, lo sabía y estaba bien con eso. Pero ¿por qué al morir...