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El sinsentido del amor

A Tom no hubo forma de separarlo de Harry, y ni siquiera el propio Harry tuvo elección en esto. James no estaba del todo complacido, pero no es que pudiera hacer algo cuando los ojos de Sirius descendían prejuiciosos sobre él.

Riddle en realidad era muy noble y serio, pero sus manos se cerraban en la delicada cintura del otro con una tenacidad sorprendente, como si temiera que se le fuera a escapar si lo soltaba. Y así, con una expresión bastante digna, interrogó a Sirius del porqué no había sido notificado.

Harry no estaba entendiendo mucho. Estaba feliz de ver a Tom, (y una parte de él quería refugiarse en su pecho hasta que las cosas tuvieran sentido) pero no sabía que le hacía tener tanta confianza de abrazarlo, y aun más frente a sus padres. Miró incómodo a James, cuyo rostro pasaba del blanco, al azul y al rojo, ida y vuelta.

Harry estaba entumecido, débil y algo atolondrado, como cuando te despiertas de una larga siesta sintiéndote medio borracho de sueño. Se recargo contra Tom y los ojos se le entrecerraron del puro cansancio.

Tom miró su rostro aturdido, de mejillas blancas y un poco abultadas, y sintió que su corazón era atravesado por un certero golpe de ternura.

Esto no estaba bien, él no era así ni tan fácil de conquistar. Esta criatura iba a transformarlo de un mago extraordinario a un tonto enamorado. Pero llevaba tanto tiempo con la angustia corroyendole, que en realidad no quiso darle demasiadas vueltas sino que disfrutar su descenso a la locura. Él podía ser tenaz y oscuro con cualquiera excepto con él.

Dejó un par de besos superficiales en sus mejillas, y lo apretó contra su pecho hasta que lo escuchó suspirar. Estaba seguro de oír a James Potter inspirar violentamente, pero no le importo mucho. Ya nada más que el propio Harry le importaba demasiado.

Cuando Harry despertó de nuevo, los ojos claros y vivarachos de Albus Dumbledore se burlaban de él. Alguien había puesto el retrato del anciano frente a su cama, y el viejo parecía de lo más entretenido mirándolo, mientras jugueteaba con un par de envolturas brillantes.

─Ya no te voy a dejar nunca más solo, cada vez que lo hago pasa algo extraordinario que te aleja de mí. ─la voz aterciopelada de Tom llegó hacia él como una caricia seductora. Cuando viró el rostro lo encontró sentado majestuosamente en el buró, donde a Sirius le gustaba verse en el espejo y embetunarse la cara de menjunjes y el pelo de cilindros.

Era una vista tan extraña que a Harry casi le entró la risa.

A Albus también le causó gracia, porque se rió de lo lindo y Tom lo mandó a callar con un hechizo que silenció el cuadro. Aún así la mirada risueña del antiguo director parecía indicar mucho más que diversión por una broma tonta, un secreto tal vez que oscilaba traviesamente entre ellos y que Harry ignoraba.

─Hay quienes encuentran divertidísima toda esta situación. ─Tom se quejó con él, sonando caprichoso.

Harry, que ni entonces comprendía ciertas cosas de su propia enfermedad, parpadeo estúpidamente. ─¿Qué situación? ─cual de todas, por lo menos.

Tom levantó una ceja lentamente, como si lo juzgara imbécil.

Por el rabillo del ojo noto a Albus aplaudiendo a sus propias carcajadas mudas, abrumado por una risa descontrolada. Le hacía muy feliz el desafortunado Tom, que era tan torpe en cosas del corazón como un ordinario alumno de tercer año.

─Pensé que era obvio y que entiendes esto.

Harry bufo.

─No Tom, no entiendo nada de lo que está pasando.

El castillo en nunca jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora