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Cambio de corazón

Tal vez era algo acerca de los grandes magos que Sirius no entendía, pero el poder era una cosita bastante caprichosa.

Las primeras horas Tom no se retiró del costado de Harry, prendado a él como un romántico guardian. Era tan hermoso y de apariencia igual de perfecta, que no lucía ajeno a la trágica obra de un artista.

Apenas se movía, reacio a dejar de verlo dos segundos (y Sirius no sabía cómo sentirse al respecto, sinceramente) pero cuando lo hacía, el ancla que Harry significaba en su corazón y todo lo humano que despertaba en él, se esfumaba.

Era un diablo. Injusto y egoísta, y su magia o maneras no eran diferentes a él. 

Sirius se sintió un poco extraño en nombre de Lily, la que no iba a morir en todo ese tiempo pero tampoco lograría descansar. Riddle tenía una gran imaginación para atormentar a otros, sobre todo cuando su único otro pasatiempo recaía en observar dormir a un mago.

Durante un tiempo ellos dos, a los que los unía una gran devoción por Harry, se hicieron algo parecido a amigos. Podían no hablarse durante horas, y si lo hacían no mencionaban otra cosa no relacionada al joven mago, pero aún así formaban un frente unido en el que solo ellos comprendía su ansiedad.

A James ni siquiera pretendieron explicarle (ni presentarle, cualquiera fuera el caso) el comportamiento de Riddle. Algo irremediable se había roto allí, y ni la gran paciencia de Black iba a solucionarlo esta vez. Tampoco es como si el caballeroso James Potter no intentara acercarse a su pareja, pero desde las habitaciones separadas y hasta la fría indiferencia de Sirius lo abrumaban logrando entorpecerlo, y entre la culpa del mal padre y esa melancolía tan arraigada en su corazón, ya no sabía vivir. Distaba mucho del joven alocado que fue en su juventud, pero es que hace muchos años la vida le había retirado su gracia y suerte, ahora solo era un cascarón movido por permanente tristeza que no sabía funcionar.

Sirius tampoco lo hacía bien. Ya no era tan distinguido ni tan elegante, porque desde que su pequeño sol se había apagado se perdió en la bebida para poder resistir a los constantes remezones que le daba el destino.

Se pasó los siguientes dos años sentado a un costado de Harry, o en silencio vigilando a su pareja con esa mirada que variaba entre el anhelo, el rencor y el amor.

Solo Tom parecía más recompuesto, no había cambiado mucho excepto por la crueldad que había consumido los restos de humanidad sobrevivientes en él. Se solía llamar a sociópata a Sirius Black porque era más apasionado y decidido, pero en realidad el erudito Tom Riddle era una bestia silenciosa aún peor y monstruosa.




La mañana en que Harry Potter abrió los ojos era una de esas raras en las que estaba solo. El joven hombre se quedó en silencio unos segundos, muy tranquilo, solo moviendo sus ojos de un lado a otro. La ventana estaba abierta y entraba esa brisa veraniega característica de las mañanas, acompañada del sonido de algunas aves y adolescentes riendo.

Contempló su entorno con bastante perplejidad, un poco fuera de lugar. Para Sirius sería una mañana mucho más memorable, porque apenas lo vio dejó caer la bandeja con pociones.

A Harry le dolió el corazón, porque de solo ver a Sirius con tal apariencia parecía tener la impresión de estar otra vez en el rincón equivocado del mundo. Ese hombre de cabello enmarañado, barba y ojos hundidos no era la figura principesca que le había enseñado tantas cosas buenas del amor y la paternidad.

Aquel era el delirante borracho que blasfemaba y lo había criticado durante toda la guerra, solo porque se parecía demasiado al fantasma de su mejor amigo.

El castillo en nunca jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora