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6. Recuérdanos en el lago negro

Después de esa noche Sirius pareció desbloquear un nuevo mundo. Su mirada brillaba entusiasta y almacenaba todas las estrellas del universo, y cada vez que veía a James era como si un evento cósmico estallara en su corazón.

Harry descubrió pronto las desventajas de su presencia. Su corazón de virgen ardía en resentimiento cada vez que encontraba al tonto Sirius, un alma solitaria no debería tener el continuo recordatorio de sus carencias.

─Los estudiantes llegan mañana. ─James observaba el pergamino donde su novio escribía, levanto los ojos y le miro brevemente. Los tres se habían reunido junto al fuego con papel y tinta para obligarlo a planificar sus lecciones─ Tal vez haya rostros conocidos, ¿Amigos?

No lo culpen por desear compartir experiencias similares a su niño, un padre tiene la vieja costumbre de añorar para su hijo todo lo que recuerdan con felicidad.

Pero aún era nuevo en la paternidad, ni siquiera desarrollaba la cercanía que Sirius sintió darse tan naturalmente. El animago levanto el rostro manchado de tinta y los miro atentamente; él no sabía nada, pero intuía algunas cosas.

No habría cuidado con éxito de James por quince años si se mantuviera ignorante de ciertos asuntos. Sin embargo, eligió mantenerse al margen y se alejó cuidadosamente. Aprovechando para huir del trabajo.

Por su parte James aún no sabía qué clase de persona era su hijo, que había visto arder a sus amigos y olvidado al resto.

Harry continúo mirando los libros de astronomía en silencio y pensó en Ron con las manos destrozadas (¡Nos quemamos, Harry! ¡Nos quemamos!), y en Hermione con sus interminables sermones.

─No tengo amigos. ─dijo distraídamente mientras cambiaba de página. Alguna vez alguien lo saco del fuego y otro le hizo creer que era correcto vivir, pero le rompieron el corazón y él los abandono como se debían abandonar las cosas que te provocan dolor.

En contra de su voluntad vino el recuerdo caprichoso de largos cabellos pelirrojos y pecas, poemas cantados por enanos y snitches doradas. Ojos azules que no dejaron de verlo incluso mientras moría. ¿Cuáles fueron sus últimas palabras? Ella se las había dedicado a él, no a su padre o madre, tampoco a sus hermanos.

La espada de Gryffindor termino el asunto y también acabo con los lazos que Harry tuvo con su gente. Fue la primera vez que sintió soledad en el honor.

Y entonces los caminos que debían separarse, se separaron.

James lo miro con el semblante preocupado. Tenia un rostro atractivo y varonil, pero en el momento en que veía a su hijo se volvía suave. Su niño era tan bueno y gentil, ¿Cómo no iba a haber gente dispuesta a pasar tiempo con él?

Había conocido a Sirius, Remus y Peter hace tanto tiempo y después olvido lo que era estar solo. La gente solía acercársele como polillas a la luz. James siempre había sido perfecto, perfecto y simple, no entendía las complicaciones de los grandes magos.

─Mi mundo no estaba en paz. ─Harry explico con ojos aburridos─ No era escenario para amistades.

Un rastro de alivio viajo por los ojos de su papá y sonrió complacientemente. ─No te preocupes, los Gryffindor de tu edad son bastante buenos. Estoy seguro que no tardaran en volverse cercanos.

Harry quiso decir que no le preocupaban esas personas, que en realidad no necesitaba a nadie aparte de los que ahora tenía, que incluso tener acceso al retrato de Albus era suficiente para complacer sus escasas necesidades sociales. Pero no lo dijo porque Sirius regreso a la carrera y se sentó violentamente, volando varios pergaminos y derramando tinta.

El castillo en nunca jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora