3. La metamorfosis del casi padre
Nunca se hizo muchas ideas sobre hospitales o enfermerías. No eran un recurso dedicado a tragedias como él y mucho menos albergaban consuelo capaz de sanarle. Harry supo que moriría durante bastante tiempo antes de hacerlo, y cada dolencia que pudo alcanzarlo antes no fue suficiente para conducirlo a uno.
Albus fue lo mejor que tuvo entonces. Y aunque no siempre pudo el anciano había hecho, siendo el mismo lamentable y ruin, su mejor intento por apaciguar los dolores. Sin embargo, ambos sabían que ningún hechizo era capaz de curar la melancolía, si acaso disfrazarla de una mímica hueca de la realidad.
Pero ahora Harry estaba cómodo. Descansaba sobre una superficie suave y tibia, por primera vez en años su piel no picaba ni sentía insectos arrastrándose a través de la ropa. El hambre que solía perseguirlo aún le quitaba el aliento, pero esta vez no era cruel ni mortal sino un recordatorio molesto en el fondo de su mente.
Y por el momento era suficiente. Las enfermerías no se asemejaba el desperdicio de tiempo que se dijo eran.
El mago observaba el cielo en aquella ridícula habitación de insólita belleza y pulcritud. Las vigas y paneles convergían en delicadas formas doradas y blanquecinas, era una construcción que simbolizaba la arrogante vanidad de los magos. Era bonito, lo que le parecía raro, porque todas las cosas bonitas habían ardido hace años.
Alejo los ojos muertos del techo y busco el origen de la persistente mirada. Estaba acostumbrado a ser vigilado por cientos sino miles de asfixiantes creyentes, pero en esta ocasión había una emoción más allá del fanatismo que crepitaba como magia hacia él.
Harry parpadeo hacia el hombre sentado al costado. Reposaba con dignidad y magnificencia, como el gobernante noble de un indomable paramo. Su rostro hermoso y brillante lo observaba fijamente. Expectante.
El niño se sintió enfermo, porque el Sirius Black en su pasado jamás podría calificarse como algo menos que salvaje. Sin embargo, el caballero a su lado portaba con tranquilidad el inconfundible rostro de su padrino, comportándose con tal armonía que el impulso de huir lo agito.
─Harry. ─le llamo. No con esa voz ronca y desgastada por el dolor a la que estaba acostumbrado, si no con el tono aterciopelado que su estirpe siempre mereció.
─Qué. ─entrecerró los ojos hacía él, en guardia.
Las facciones agradables del hombre se suavizaron con dulzura. La poca frialdad que su noble rostro mantenía se derritió con un afecto e incredulidad inquietante.
─Llama a Dumbledore ─pidió. Se había acostumbrado con el paso de los años a la presencia de su buen amigo casi tanto como a la soledad de dar órdenes. Ni siquiera el díscolo Lord Black ignoraría una solicitud tan razonable.
Sirius frunció el ceño y sus labios se presionaron en una línea fina. Los ojos recorrieron el rostro de Harry, estudiándolo y memorizándolo. Bebiendo de cada detalle en sus expresiones como si fuera un premio que no merecía.
─No puedo. ─fue lo que dijo.
Harry apretó los puños, no acostumbrado a la irreverencia. Podía aceptar la carencia de afecto, incluso el temor y la soledad, pero había pasado demasiado tiempo con no más que respeto para que este le fuera burlado ahora. Si le quitaban aquella renuente sumisión no le quedaría nada para recordar su dignidad y el quien era.
Al desaparecer esta ultima mascara de poder Harry Potter también terminaría.
─Sirius, no estoy jugando. ─dijo con tanta autoridad de la que sus dieciséis años pudieron hacer gala─ debemos discutir el último paso de la guerra, ahora que él se ha ido.
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El castillo en nunca jamás
Fanfiction[ El reflejo no era un sueño, sino la pesadilla de lo no destinado a ser.] Su vida trató sobre deber. Desde el nacimiento hasta la muerte fue un periodo de caos destinado a nutrir su sacrificio, lo sabía y estaba bien con eso. Pero ¿por qué al morir...