Dos que son uno
No tener a Tom era similar a no tener oxígeno. Sin él Harry había deambulado por el mundo como un espectro de corazón roto, creyendo que todos en la tierra eran indignos, pues su amante no había poseído siquiera una oportunidad de hacerlo.
Siempre supo que estaba en algún lugar, pero esto no significaba mucho estando separados. Era imposible alcanzarlo entonces, por más fuerte que fuera su magia.
La ausencia de Tom implicaba que Harry se volviera volátil y huraño. Lo único que permitía persistir en su cordura era el sentirle, aún así, consumiendo porciones de magia que aligeraban su carga. Esta relación parasitaria era todo a lo que Harry se había adherido para no perder lo que le hacía él mismo.
Cuando despertó y se halló solo, explotó un caos que bien podría haber menguado la ya reducida población de centauros en el bosque prohibido. Pero el trozo de sí del que aún era consciente lo empujó a marcharse rápidamente y a no destruir un entorno que bien podría albergar algo más que vida. Los recuerdos también eran importantes, aunque no estuviera de acuerdo en ese momento, pues era posible vivir de ellos.
Vago intentando recuperarse de la abrumadora pérdida. Pero toda su vida se había tratado de perder cosas, así que ya tenía un poco de experiencia en eso.
Esto no significaba que el dolor fuera menor, dolía tanto que cuando se encontró en el tercer piso, frente a la puerta que encerraba a su amante fue muy extraño de recibir esa anticipación, tan diferente al mal sentimiento acostumbrado.
Harry tenía el potencial y el poder, pero era muy torpe. Nadie le había enseñado métodos de aprendizaje, ni tampoco conocimientos básicos. Tal vez Tom en el mundo de la ilusión, pero eso no era suficiente para cualquier mago.
Por lo mismo había tardado para llegar a él. Descifrando libros de texto que no debieron ser tan complicados en primer lugar, y experimentando por sí solo una poción que alguien debió enseñarle.
Harry no quería hacer las cosas mal, pues podría haber abierto su camino al castillo con un chasquido de dedos desde el inicio. Sin embargo, haber cometido demasiados errores en el pasado lo había hecho más cuidadoso ahora. Temeroso de las consecuencias, incluso.
Eso lo había llevado a estar ahí, treinta y dos terribles meses tarde, y con el corazón atorado en la garganta.
Sus dedos temblaban cuando alargó el brazo y sujetó el pomo de bronce. Estaba muy frío, fue consciente a medias mientras se le retorcía el estómago por la ansiedad. La llave de hueso hizo un rígido clic, cuando la introdujo en la cerradura y entonces la puerta se abrió.
Al principio no vio nada, era un mausoleo polvoriento y desierto. El mundo parecía haberse olvidado de aquel sitio como lo hace de los muertos.
Pero entonces lo noto. Había rejas cortas y puntiagudas rodeando un sarcófago que no parecía sino el de un temible criminal al que no deseaban dejar descansar en paz. La madera opaca del ataúd estaba rodeada por pesadas cadenas, para mantener al que estuviera adentro encerrado.
Sería extraño que Hermione, tan lista y precavida, no hiciera mano de agudos hechizos además, para mantener fuera cualquier insurrección. Pero para Harry que estaba tan cerca de ver a Tom, le tuvieron sin cuidado.
Apartó la magia y cadenas con apatía, como si se deshiciera de una mosca, y se inclinó sobre la tapa pero no la abrió enseguida. Dudó durante mucho tiempo, porque si Tom no estaba ahí o era algo menos que perfecto, no sabía si podría continuar fingiendo humanidad.
Cuando finalmente llevó las manos a las manillas fue incapaz durante varios segundos de cerrar los dedos. Tenía los músculos agarrotados, congelados.
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El castillo en nunca jamás
Fanfic[ El reflejo no era un sueño, sino la pesadilla de lo no destinado a ser.] Su vida trató sobre deber. Desde el nacimiento hasta la muerte fue un periodo de caos destinado a nutrir su sacrificio, lo sabía y estaba bien con eso. Pero ¿por qué al morir...