El santo en rosa
Un nuevo matrimonio requería de privacidad, y de un ambiente propicio para cultivar el dulzor de su amor. Así que la semana siguiente Harry se alejó prudentemente de la recámara, porque aunque todos vivían en el mismo castillo, ser ajeno a las pasiones ingobernables de Sirius y James era aún más difícil en la intimidad del núcleo familiar, que en los pasillos comunitarios.
De esta manera consiguió su propio espacio, no demasiado lejos de sus padres, pero lo suficiente para crear la ilusión de independencia y la ignorancia que buscaba respecto a ciertos temas.
Tom se contentó más de lo que debería por esto, aunque Harry no mostró piedad al negarle el ingreso. Si le preguntaras a Harry, algunas cosas solo las hacía porque tenía el poder para hacerlas, y porque a Tom le gustaba ese juego, aquello de dejarlo fingir que tenía el control en la relación.
A los dos les emocionaba.
A los pocos días de la boda y el festival, se presentó otra oportunidad para salir de la cotidianidad del colegio. El día de San Valentin era una festividad un poco tonta para los estándares de los habitantes en el castillo, pero James y Sirius solo necesitaban y esperaban excusas para el desorden, por lo que les vino muy bien.
Tom y Harry se sentaron en el gran comedor, en una mesa independiente y más pequeña junto a la de maestros, a observar la entretención. No les gustaba protagonizar esas graves demostraciones de cursilería, pero les divertía mirarlas; era como presenciar los torpes rituales amorosos de una especie inferior.
Otro que no parecía complacido era Ron, que con la venia de Snape (James había intercedido por el amigo de su hijo, pues el director le debía aquello y más) pudo quedarse un poco en el colegio. Se había tomado unos días del equipo y su familia, porque quería manejar su amargura en un ambiente que le resultara amigable.
La situación entre Lavander y él era compleja, Ron había roto todas las promesas y lazos de amor que lo unían a ella cuando se besó tan descaradamente con Hermione Granger, de entre todas las personas. Y es que aunque Ron estaba desesperadamente enamorado de Lavander, el alcohol y esa pasión extraña que había existido con Granger desde su adolescencia, le habían nublado el juicio.
Ahora la bruja no lo quería ni ver, y Hermione se las había arreglado para permanecer incómodamente a su alrededor. Incluso a Harry le resultaba fastidiosa su presencia, constantemente en torno a Ron.
Hermione no decía mucho y tenía una permanente expresión de congoja, como si estuviera arrepentida de cómo habían resultado las cosas y quisiera redimirse, sin saber cómo. Para Harry era tan simple como que desapareciera y le permitiera a Ron reparar las cosas con la mujer que iba a ser su esposa; pero como no era ni su relación ni su disgusto prefería permanecer al margen.
─Intenta conseguir de Snape el puesto de profesora de estudios Muggles. ─le comento Tom por lo bajo, ocultando los labios tras la copa de oro.
Harry había descubierto que a Tom le gustaba el cotilleo tanto como a él. Por lo general se sentaban ahí a mirar, y él tenía un montón de historias que contarle de cada miembro del plantel y hasta de los alumnos.
─Según recuerdo a Snape nunca le agrado. ─señaló Harry.
Tom frunció el gesto y cortó trocitos de carne, que después dejó uno por uno en el plato de su pareja.
─No podemos juzgarlo por tal cosa, la chica nunca ha sido de fácil querer. ─opino─ pero en la calidad de hombre a la que Snape se ha reducido actualmente, es posible que logre engañarlo.
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El castillo en nunca jamás
Fanfiction[ El reflejo no era un sueño, sino la pesadilla de lo no destinado a ser.] Su vida trató sobre deber. Desde el nacimiento hasta la muerte fue un periodo de caos destinado a nutrir su sacrificio, lo sabía y estaba bien con eso. Pero ¿por qué al morir...