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La batalla de las escobas

Harry se estaba divirtiendo, realmente divirtiendo; como nunca antes en sus años de adolescencia. Las cosas junto a Tom tomaban una inclinación diferente de la amargura con la que se había acostumbrado a vivir, y esa escasa hora había sido tan grandiosa como un sueño.

Tal vez fuese un poco tonto glorificar esos torpes minutos, pero es que Harry comenzaba a notar que entre más tiempo pasaba con Tom, se volvia algo bobo.

Tan centrado en su propia singularidad que no consideraba cuestionable el comportamiento del antes digno Señor Riddle, que corría de una esquina a otra con gracia y belleza, para hacerle jugar o conseguir premios.

Aunque por supuesto la conducta entrañable del hombre estaba dirigida únicamente para él; y una mirada ajena, una demasiado curiosa, bastaba para que se le borrara la sonrisa, descargara sus malas intenciones y continuará su camino arrogantemente.

─¡Partido de quidditch! ─de pronto Ron estaba allí otra vez, sujetándolo de los hombros y apartando a Tom. Entusiasta y energético─ Jugará todo el mundo, vamos Harry, vamos.

A Harry no le gusto ser separado de Tom. Le costaría un poco más ser consciente de esto, pero se removió inquieto bajo el agarre de su buen amigo, en un afán extraño por inclinarse de regreso contra el otro.

─Usted también, profesor. ─pareció recordar algo porque sacudió felizmente la cabeza como un perro enorme─ ¡Qué digo! Tom, vamos.

Sin duda le dio un poco de risa esa familiaridad juguetona con la que se esforzaba por incluir a Tom.

Lo miro inconscientemente, no porque necesitara su aprobación pero sí porque ambos estaban disfrutando, y entonces aunque Harry quisiera ver el partido tampoco quería detener ese momento.

Pero él simplemente le tomó la mano, como si ya hubiera aceptado que soportar al bruto amigo de Harry fuese una cosa que debía hacer como pareja.

Ron entró en éxtasis al comprobar que tenía la disposición de ambos para seguirlo. Y sin que lo pensara demasiado los abrazo por los hombros como a viejos amigos; si fuera solo Harry estaría bien, pues se habían relacionado hace mucho y entre ambos existía una camaradería infantil que ni la enfermedad ni los años habían acabado, pero Tom era un iceberg social que disfruto de sus días masacrando la buena voluntad de la gente.

A Harry podría sorprenderle la suavidad con la que Tom toleraba a Ron cada vez, pero para ese momento ya comenzaba a ver al hombre bajo un filtro. Le tomaría mucho tiempo insensibilizarse de su relación y amor.

Se apretujarón en medio de un mar escarlata y detalles dorados. Los fanaticos de Gryffindor se unían en una sola existencia apasionada y demente, creando un gran monstruo carmesí. Tom estaba muy tranquilo y con la mirada vacía, parecía morirse meciéndose entre los acalorados leones y bajo las serpentinas rojas que le caían encima; a Harry le entró la risa tonta.

Pero mientras reía sus ojos que no dejaban de brillar se volvían más y más suaves cuando miraba a Tom. Recargó casualmente su espalda contra el pecho del mago, que inmediatamente le pasó las manos por la cintura y apoyó el mentón en su cuello, escondiéndose del ruido y tanto león.

Junto a ellos Ron vio la broma, alabando en silencio al astuto de Tom, que sabía cómo fingir ser lamentable y abnegado para ganarse la simpatía del sujeto de sus afectos.

Pretendio decir algo, quejarse de tal flagrante muestra de afecto ante alguien que no tenía a su pareja a su lado, pero el rugido a su alrededor lo callo. Voltearon a ver y notaron las figuras que ingresaban al campo, eran los jugadores que se enfrentarian.

El castillo en nunca jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora