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26. Cuando no es suficiente

En poco tiempo Harry se había transformado en el sol de su mundo, pero Sirius siempre había tenido fuertes tendencias a la dependencia y no era la primera vez que hacía de alguien el centro de toda su existencia. James había sido el primero, y en cierta forma seguía siéndolo, pero lamentablemente era imbécil.

Había puesto a su niño durmiente lejos de las garras de todos, a yacer pacíficamente en los dormitorios de los que incluso su pareja ahora estaba vetado. Se dispuso entonces a hacer frente a la bruja y su esposo, con todo el dolor que convergía en rabia asesina.

A James las manos le temblaban mientras custodiaba con el rostro desencajado a la pareja. Aún entonces Snape hacía el débil intento de proteger a su mujer, no parecía algo que deseara sin embargo, sino más bien una compulsión a la que se había acostumbrado con el paso de los años. Después de una vida, su cuerpo se movía por sí mismo alrededor de Lily, tal y como si ella fuera el centro de gravedad en torno al que viciosamente giraba.

Y por supuesto que James lo entendía, pero no estaba dedicándose a justificar ni comprender las complicaciones de esa relación en decadencia. Su hijo, su precioso y perfecto niño, había sido herido por la mujer a la que ellos lo empujaron una y otra vez. Había estado tan convencido de que la presencia de Lily solo significaría una gran cosa para su estabilidad, que esa relación era su derecho más que el de ella. Nuevamente se había equivocado, no dejaba de hacerlo.

Sirius emergió silenciosamente de las sombras de las catacumbas. James no podía reconocer a su pareja de ojos alegres y sonrisa fácil en él, pero no tenía lugar para cuestionar cualquier cosa. Sabía cuánto Sirius amaba a Harry, y a su vez cuanto él lo había arruinado todo.

Por primera vez desde que Tom Riddle la había arrojado a ese calabozo, Lily se mostró asustada. La bruja sabía que ni Severus ni James podrían hacerle nada, el primero la amaba tanto y el otro era un caballero muy gentil (además, Lily estaba convencida, la seguía queriendo), pero Sirius era historia aparte.

Era oscuro y demente. Lily había deseado que su amistad con James terminará en algún momento, pues era un hombre inestable y en declive, para nada compatible con su familia de tres.

Y Sirius había querido tanto lo que Lily tenía, primero James y después Harry. Podía aceptar la cantidad de amor que había dedicado a su querido hijo, e incluso se había sentido agradecida de que alguien amara tanto a Harry. Pero ahora este amor se transformaba en un arma que apuntaba hacía ella, lista para cobrarse la salud y felicidad que había arruinado en el menor.

Se arrastró otro poco detrás de Severus, siseando cuando la herida abierta que Tom Riddle le había infligido fue rozada. Nadie había intentado ayudarla, ni siquiera cuando el mago golpeó el aire en torno a ella con varios hechizos horripilantes. Ninguno la había tocado, lo que indicaba mucho del talento del hombre, pero así como de grande fue su cólera, lo fue su magia.

La indignidad de arrastrarse como un insecto, chillando cuando el aire se agolpaba de poder en torno a ella, la había conducido a una torpe confusión. No debía ser así, pues en sus planes nunca estuvo ser atacada, lo que importaba en aquel momento era su hijo y que este tuviera a sus padres para recuperarse.

Riddle la había arrastrado físicamente, jalandola de la nuca y el cabello hasta lo más profundo del castillo. A esos calabozos que no habían sido utilizados desde la caza de brujas, ni alojado más huéspedes que alimañas.

La tiró ahí, cual basura, con James y Severus siguiendolos pero sin hacer nada para detenerlo. Incluso cuando gimoteo por su esposo este no hizo más que pararse frente a ella, cubriendola parcialmente de los ojos atormentados de Potter.

El castillo en nunca jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora