Carnaval de sonrisas viejas
Harry vio a los Weasley antes que ellos a él; eran un pequeño enjambre pelirrojo muy ruidoso.
Los dos mayores se veían tan apuestos, que sus recuerdos no les hacían justicia. Trás ellos tropezaba Ginny, brillante de admiración y esplendor juvenil. Ron iba cerca de su madre, que consciente o no lo ignoraba en favor de poner su tensa atención a los gemelos. Esos dos caminaban muy inocentes y llenos de alegre nostalgia, ni un poco culpables de algo que justificara tal persecución.
Cuando estuvieron frente James y Sirius, Harry notó a Molly sonreír en un suspiro complicado e intentar arreglar su apariencia, nerviosa de enseñar la humildad que los caracterizaba, frente a esos dos magos de alta alcurnia. Arthur por otro lado fue tan natural como un pez en el agua, se adelantó y saludó cual viejo amigo al par, farfullando sobre las carrozas y el estar todo ese tiempo en aquel espacio con tantos de sus hijos y esposa. Cuando Sirius señaló su calvicie incipiente, le respondió con una jocosa risotada y un comentario ácido sobre su propio rostro de piel fina y huesudo.
Sirius, que se recuperaba poco a poco del deterioro, rió escandalosamente. Inmediatamente James se perdió observandolo reir, como si aquellos bufidos medio ladridos, medio risa fueran la canción más bella en la magia.
Entonces Harry noto a Percy Weasley, caminando rezagado y tranquilamente; sin que a nadie le importara demasiado. Esos ojos claros se cruzaron con los suyos, pero no existió un brillo de reconocimiento ni de ese que era tan pícaro en su mirada de anciano. Solo pasó un segundo sobre él y luego siguieron su camino, recorriendo de forma aburrida el castillo que lo vio crecer más que sus padres.
Fue un poco triste, el no ser visto por un hombre que en algún lugar y momento hizo tanto por él. Pero tal vez era mejor así, antes Percy había sido tan bueno sin que Harry supiera de esto, que no sabía qué hacer con él; si este fuera igual entonces estaría completamente indefenso.
En ese momento Ron lo notó, y se quedó congelado. Todo un abanico de emociones cruzaron sus ojos azul cielo, desde la incredulidad a la alegría, entonces poco a poco una sonrisa rompió su cara pecosa. Corrió hacia él como un loco, enorme, musculoso y pura energía, sin creérselo.
Agarró a Harry al vuelo y lo levantó como a un muñeco, girando y girando. El aire se llenó de las risas de ambos y balbuceos incoherentes de felicidad, y cuando ya no pudieron más porque Harry se mareo y Ron se cansó, se quedaron contemplando como dos cachorros tontos y juguetones que amenazan con empezar a correr uno tras otro.
Tom permaneció a un costado, observándolos interactuar con tolerancia. Le dio una sonrisa perezosa cuando lo vio mirándolo, lleno de ternura, y pareciendo más y más un hombre que podía destruirlo con su amor perfecto.
Harry bufó con molestia hacia él solo porque podía hacerlo, pero Ron no tardó en poner una de sus enormes manos en su hombro, y atraerlo en un abrazo apretado y doloroso.
─¿Que te tomó tanto tiempo? ─dijo estupidamente.
Ron era una buena persona, a la que los problemas de Harry habían desfigurado hasta reducirlo a un recuerdo cobarde. En ocasiones como esta el mago aclaraba su mente, y podía admirar lo grandioso de un amigo que estaba dispuesto a quererle aún si el mundo caía sobre ellos.
─Me voy a casar. ─no tardo en soltarle el pelirrojo con urgencia, sonriendo como un tonto enamorado. Había muchas cosas con las que debía poner a Harry al pendiente, todas urgentes.
Harry se contagió inmediatamente de su entusiasmo. Lo había escuchado antes, pero no le quitará la alegría de anunciarlo. ─¿Le conozco?
A Ron se le pusieron las mejillas un poco rojas, y alejó los ojos acalorado por la timidez.
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El castillo en nunca jamás
Fanfic[ El reflejo no era un sueño, sino la pesadilla de lo no destinado a ser.] Su vida trató sobre deber. Desde el nacimiento hasta la muerte fue un periodo de caos destinado a nutrir su sacrificio, lo sabía y estaba bien con eso. Pero ¿por qué al morir...