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2. En el bosque existió una vez.

Harry comprendió a una edad cruelmente temprana que de esperanza no se vive. Era un pesimista, no por otra cosa más que experiencia. Así que cuando despertó y abrió los ojos no se sorprendió demasiado. Para él no sería tan sencillo como solo morir.

Por otro lado, lo que si lo asombro era el escalofriantemente sano entorno. El bosque prohibido para él jamás se había visto menos muerto que ahora, lo cual era ridículo considerando las circunstancias.

Era oscuro e incluso tenebroso, pero vivo. No había rastros de otro ser humano, o parte de uno. Harry estaba seguro de que por lo menos el horrible cadáver de Voldemort debería estar a su lado, pero por primera vez en muchos años no había personas que le vigilaran.

Su cuerpo descansaba apoyado en un tronco, y cada centímetro de piel ardía sobre músculos y carne desgarrados. Respirar era un trabajo demasiado arduo para una vida que no valía la pena.

Se deslizo hasta el suelo y decidió que no importaba lo que estuviera pasando, fuera este un limbo o infierno, descansaría. Lo merecía, supuso.

O tal vez no.

Para este punto de su vida (o no vida) Harry solo aspiraba a sentir paz. Pero incluso si estaba muerto considero que la gente como él tenía demasiadas cuentas que pagar. Se pregunto, mientras levantaba una mano para espantar torpemente las cosquillas, que fue de Voldemort; habían sido tan similares en vida que le extrañaba no verlo persiguiéndolo aún ahora.

Una nariz húmeda e inquieta fisgoneaba sobre él. Se molestó un poco, después de todo estaba vivo en alguna extraña forma y por cortesía básica aquella criatura debía esperar a que muriera por completo antes de venir por carroña.

Sentía estar envuelto en un profundo y cálido sueño, pero obligado a despertar durante una fría mañana. Entreabrió los ojos y observo sin ganas al intruso.

Era un perro peludo y gordo. Por muy dulce que fuera, Harry estaba realmente cansado y no tenía energía para la ternura, si acaso un poco de alegría le arrullo. Era esa ligereza del alma que te embriaga de buenos sentimientos ante la compañía gentil de un animal.

Harry cerró los ojos y no se movió más. El perro bufo, empujo la cara del niño con su hocico y le dio un par de lamidas.

─Vete a la mierda. ─se quejó empujándolo.

El animal ladeo la cabeza, severamente desconcertado y dio unos saltitos sobre sí mismo hasta finalmente sentarse. Estiro un poco el cogote hacia él, olfateando remilgadamente, y ladro suavecito.

Harry no le hizo caso así que soltó un sonido de disconformidad, oyéndose casi ofendido. Tomo un poco de impulso y con las patas delanteras le empujo el brazo izquierdo. Como si lo invitara a jugar, o más bien a prestarle atención.

Una rabia llena de indignación viajo por las venas del mago. Solo este oscuro sentimiento de hastió le dio el impulso para sentarse bruscamente y mirar al perro.

─¿Qué? ¿Qué? ¡Qué! ─grito con arrebato. Un regusto a oxido le viajo por la garganta hasta la boca, estaba agitado por la desesperación que arrastraba su interrumpido descanso supuestamente eterno.

La curiosa mirada gris parpadeo frente a él. Los ojos redondos y enormes tenían una suave película de agua que los hacia aún más brillantes.

─No tengo nada para ti. ─farfullo, un rastro escarlata se le escapo por entre los labios. De pronto, su mirada perdió expresión y quedó en blanco, un gesto de inusual vacío colgando de la carita infantil. Los ojos inyectados en sangre giraron y se desplomo inconsciente.

El perro miro hacia atrás, en dirección al castillo, y estornudo. Parecía dudar, con una inteligencia demasiado humana. Olfateo ruidosamente, paseando su nariz sobre la piel mugrosa del niño otra vez. Buscando algo que debió encontrar al poco tiempo, pues su cuerpo se tensó y agito la cola tan alegremente que parecía apunto de desprendérsele.

Retrocedió con pasitos cortos. Celebro su desenfrenada emoción volteando una y otra vez sobre sí mismo. De pronto, en una de estas ocasiones, su cuerpo se consumió en un amasijo de trapos y tinieblas, retorciéndose y chispeando en el aire.

La oscuridad informe giro velozmente, tanto que si te detenías a intentar ubicar sentido en ella no vislumbrarías más que el contorno de un color y obtendrías un fuerte dolor de cabeza. Fue un proceso de segundos, tal vez menos, pero tras un parpadeo la esbelta figura de un hombre aterrizo en el suelo del bosque.

La magia se agitaba a su alrededor como una nebulosa que enmarca las estrellas. Vestía con la indiscutible elegancia de un mago, un traje de época entallando la cintura fina y hombros anchos. La capa de mago era tan costosa como grandiosa, esta caía desde sus hombros hasta arremolinarse graciosamente en el suelo.

El hombre se arrodillo ceremonialmente, el largo manto de terciopelo oscuro cubrió las hojas en una bella estampa barroca. Extendió una mano temblorosa, de dedos largos y pálidos, y acaricio las mejillas con tanta suavidad que la piel del niño bien podría haber sido cristal.

Los ojos grises, desbordantes de obsesivo amor se nublaron de lágrimas, y una sonrisa rota cruzo el precioso rostro. Ladeo suavemente la cabeza mientras lo examinaba, como si aun fuera el perro gordo y juguetón.

Se inclino hacia el joven y abrazo su cuerpo cuidadosamente, tal parecía aún no aceptar del todo la dicha de su presencia. Paso un brazo por el costado interno de sus rodillas, y con el otro estrecho sus hombros; de tal forma, como si fuera su tesoro más preciado, lo cargo por el bosque.

En aquella oportunidad las criaturas del bosque prohibido no presenciaron las carreras alocadas de los alumnos de Hogwarts, o la transformación demente de un hombre lobo, tampoco incursiones de magos adultos (para contemplar o para destruir). Vieron esta vez la figura esbelta de un aristócrata bullicioso por primera vez rebosante de tanto amor y alegría que solo le quedo el silencio para apreciar al niño roto que cargaba en brazos.

Esta vez, en el bosque prohibido, las criaturas y los fantasmas fueron testigos del reencuentro y del amor que ni la muerte deseo corregir.

El castillo en nunca jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora