Capitulo 34.

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Estoy de pie mirando el hermoso cuadro. Admirando cada pincelada y trazo de el.

Una pareja se pone a mi lado abrazados, los miro de reojo, ella sonríe felizmente mirando el cuadro mientras él se pierde admirandola a ella.

Una punzada de nostalgia traza mi pecho y decido que es hora de volver a casa, salgo del museo con las manos en mis bolsillos y camino hasta el estacionamiento.

Al subir, un sentimiento de soledad invende mi sistema así que enciendo el auto.

Poco minutos después, estoy frente la nueva casa de Shar, es gigante, de una sola plata y con gran jardín.

Camino decidido hasta la entrada, pero al ver por la ventana, puedo verla arrecostada a su esposo. Ambos están sentados en el sillón y comparten una copa mientras ríen a carcajadas.

Es una imagen linda.

Es un momento intimo.

Así que resignado, camino de nuevo al auto.

Conduzco media hora hasta el penthouse de Neyl, al subir en el ascensor me doy cuenta que todo está en silencio, solo se escucha el sonido del piano.

Subo las escaleras perezoso y al llegar a la segunda planta, el ruido de gemidos llega a mis oídos, pero está acompañado de la melodía del piano.

—¿NO ES ASOMBROSO FANTASÍA?

Escucho gritar a Neyl antes de que un grito de placer por parte de su acompañante se hiciera más intenso.

Rápidamente me doy vuelta para salir de ahí.

Salgo del edificio y camino por las calles, el aire fresco golpea mi rostro mientras camino con las manos en los bolsillos.

Miro al cielo, las espesas nubes grises lo cubren, no hay ni un rato del sol. Lloverá en cualquier momento.

Entro a una cafetería y pido un capuchino.

Luego a paso lento, camino a un parque. Me siento en una banca y observo a los niños jugar.

Aun no se cuál es el propósito de mi vida, tenía el sueño de abrir un club. Y lo hice.

¿Pero, habrá algo más?

Crei que al tener lo que quería, me sentirá completo... Pero. Me equivoqué, siento que a mí vida le hace falta algo.

Me frustra no saber que, me enoja sentirme de este modo, perdido y desorientado.

Le doy pequeños sorbos a mi café, los pensamientos no me dan tregua.

Yo solo quiero ser feliz.

De pronto un gran golpe a mi lado hace que gire mi cabeza, una niña llora ruidosamente acariciando sus rodillas.

Dejo el café de lado y voy hasta ella.

—Oye—Digo con delicadeza y ella alza sus ojos grises hasta mirarme, tiene la nariz roja al igual que sus mejillas—Estas bien, no llores.

Le sonrío y ella limpia sus lágrimas con sus pequeñas manos, la ayudo a levantarse y sacudo su vestido color azul marino.

Me sonríe.

Su madre viene corriendo y me mira con recelo antes de tomar a la pequeña entre sus brazos.

-¿Estás bien cielo?-Pregunta con dulzura y la nena asiente-Vamos papá debe estar esperando.

Ambas me dan la espalda y espero un "gracias" por parte de la madre, pero nunca llega. La pequeña mira por encima del hombre de la mujer y con su manita hace un gesto de despedida.

Una sonrisa surca mi rostro, así que muevo mi mano de la misma forma en que ella.

Nerio Pockerman. [Libro II].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora