Capitulo 14.

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¿Decepción?

Nerio Pockerman.

Al salir del edificio, siento el sol calentar mi cabeza.
Joder ¡Que resaca!

Camino por las calles de estás lujosas residencias. Tomo un taxi y llegó al café.

—¡Nerio! ¿Puedes echarme una manita bro?—Alfred me mira mientras la cafetera se desborda.

—¿Que haces?—Pregunto yendo a socorrerlo.

—Pues no llegabas—Habla llenando vasos de café—Y mi padre me dejó a cargo.

Niego con la cabeza divertido.

Después de apagar la cafetera y limpiar el reguero que hizo Alfred, abrimos y empiezan a entrar comensales.

Atiendo las mesas y charlo un poco con los clientes frecuentes.
La campanita suena y veo una cabellera rubia y ojos azules caminar tímidamente hasta mi.

—¡Hola Patricia!—Le sonrío y puedo ver sus mejillas colorarse.

—Hola—Responde—¿Cómo haz estado?

—Bien—Le guiño el ojo—¿Que te sirvo preciosa?

—Un expreso estaría bien—Se sienta en el taburete de la barra.

Asiento dandome vuelta a la máquina.

Alfred está limpiando las mesas y regresa a mi lado.
Le sirvo el café a Patricia antes de seguir limpiando la barra.

Llega el medio día y el café está solo, Alfred mira su celular y yo solo organizo los vasos por color, el señor Geibth entra de muy buen humor.

—Nerio acércate—Me dice y así lo hago—Desde que estás aquí, mis ganancias han incrementado. Haces un exelente trabajo y le gustas a la chicas. Así que he decidido adelantar tu paga.

Me entrega un sobre.

—Señor habiamos acordado que el que me permitiera quedarme en su hogar sería mi paga.

—Haces demasiado muchacho—Pone su mano en mi nuca—Te lo mereces.

Sonrío antes de asentir.

—¿Y para mí no hay nada?—Alfred da un sorbo al batido de chocolate.

—Oh si—Su padre lo mira— un porta vasos, me dañas la mesa—Dice mientras lo lanza.

Son las 4pm y falta una hora para salir, así que me siento a esperar, no hay nada que hacer ya que el día a estado muy flojo hoy y no hemos tenido muchos clientes.

Ayudo a Geibth a sacar algunas cuentas. Joder la hora pasar súper lentooooo.

Justo me estoy quejando cuando:

—Hoy Daniella irá a cenar.

Eso me saca de mis pensamientos.

—¿Que?

—Si, irá a cenar.

—Que bien—Sonrio—Me cae muy bien.

—Demasiado diría yo—Murmura Alfred así que lo pateó debajo de la mesa—¡Au! Por qué me pateas.

—¿Yo? No hice eso, ¿Fue usted señor Geibth?

—No.

—¿De qué hablas Alfred?

Me mira mal y yo trato de aguantar la risa.

—Olvidenlo—Dice levantandose.

Lo sigo y todos salimos, caminamos a casa, pero antes de llegar pasamos por el Super mercado a hacer las compras, al llegar, un hombre está sentado en el sofá.

Un exquisito aroma sale de la cocina y ayudo a Alfred a acomodar las cosas en la alacena, noto la tensión en los hombros de Alfred pero no dice nada algo muy raro ya que el nunca se calla.

—¿Que te pasa?—Pregunto rompiendo el silencio.

—¿Ah mi?

—No, a la licuadora.

—Nada—Agrega con rapidez—Estoy súper normal.

—No te creo.

—Bueno es que...

—Alfred llegó tu tía.

—¡Llegó!—Dice saliendo y evitando la conversacion.

Lo sigo y puedo ver cómo la cara de Daniella de desfigura en horror cuando me ve salir de la cocina.

—Nerio—Habla Geibth—Él es Bartello Monguist, novio de Daniella.

Daniella desvía la mirada y yo trago grueso.

—Un gusto—Estiro mi mano y él estrecha.

—El gusto es mío—Sonrie.

—Que apellido tan raro—Digo mientras con una de mis mejores sonrisas le ofrezco que pasemos al comedor.

—Es italiano.

—Mamma mía el peperoni—Dice Alfred y su padre lo mira mal.

Todos tomamos asiento y Daniella trata de no cruzar mirada conmigo.

—¿Bueno, puedo saber un poco más de usted?—Pregunta—Antes de irme de viaje no lo conocía.

—Soy un recién llegado—Me encojo de hombros—E iluso también.

Ella levanta la cara, nos miramos, mi corazón late rápido y me duele la garganta.

—Que bueno saberlo—Dice como chiste y los demás ríen, menos Alfred que me mira serio desde su punto.

Corin sirve la comida y ellos hablan mientras yo solo me concentro en mi plato.

Doy mi opinión aveces y me enfoco en comer.
Alfred no interviene y a todos les parece raro.

Estamos en el postre cuando él hombre se levanta.

Todos lo miramos especialmente Daniella, que le sonríe radiante.

Siento como un vacío se aloja en mi estómago y mi aire se comprime. Lo veo hurgar en su bolsillo y sacar la caja de terciopelo.

Los ojos de ella se cristalizan y yo solo me mantengo serío.

—Daniella, mi compañera, confidente, amiga y alida, estos años junto a ti me han echo el hombre más feliz de la tierra—Dice haciendo que mi estómago se revuelva—  Tu, que sabes mis limpios y oscuros secretos, con la que comparto mis alegrías y tristezas, la mujer más fiel y sincera que me he podido topar.

Veo como Alfred trata de no reírse.

»Deseo unirme a ti, si me lo permites—Le sonríe—¿Te casas conmigo?

Ella me mira.



Nerio Pockerman. [Libro II].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora