Capitulo 38.

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Una tensión espesa nos envuelve y yo solo quiero recoger las palabras que acabo de escupir.

Estúpido Nerio.

—Ya no lo estoy—Dice con un dejé de nostalgia.

—Lo siento, esto no es de mi incumbencia.

—No, no—Ella me entrega el café—estaba bien.

Le doy un sorbo y ella me ofrece asiento.

—¿Y por qué termino todo?

—Cancer—Dice y mira sus manos—¿Quieres galletas?

—Seria genial—Accedo a su cambio drástico de conversación.

—Y—Dice ella y dejo la taza de lado—¿Tu tienes esposa?

Niego con la cabeza tomando la galleta que ella me ofrece.

—¿Hay un miedoso al compromiso ante mi?—Dice algo divertida.

—Un fracasado en el amor, diría yo.

Ella muerde su galleta.

—Esperemos esa suerte cambie pronto.

—Opino igual—digo mirándola a los ojos.

                            ™

Mi celular suena una y otra vez, maldigo tomándolo.

—¿Aloh?

—¿Podrías venir por mi?

Me levanto.

—¿Lieth eres tú?

—¿Podrías venir?—Escucho un sollozo—Por favor.

—¿Dónde estás?

Digo saliendo completamente de la cama, agarro una camiseta.

—En casa. ¿Te tardas mucho?

—Ya voy para allá.

Digo trancando.

He conducido como un maldito loco, es un milagro que la policía no me haya detenido, por qué los habría mandado a la mismísima mier...

—Gracias por venir—Lieth camina a mi cuando bajo del auto.

—¿Que ha pasado?

—Debia dinero de la renta—Habla hipando, se nota que ha llorado mucho—estaba haciendo turnos extras de clases de aerobic para poder pagar—No puede retener las lágrimas—Al regresar encuentro todas mis cosas hechas pedazos—Tapa su cara con sus manos—Y una advertencia de que tengo que pagar. He llamado a Amanda pero ella no contesta, no sabía a quién más llamar.

No digo nada, solo la tomo del brazo atrayendola hacia mí, ella llora en mi pecho.

Luego de calmarse, la convenzo de subir para ver en qué puedo ayudar.

Al abrir la puerta, la impotencia me invade, todas sus cosas están esparcidas por el suelo, ella camina hasta la cómoda y se arrodilla al ver el marco de la foto destrozado y llora con más impetu.

—Este es el único recuerdo que tengo de él—Dice metiendo su cabello detrás de la oreja y limpiando sus mocos con el dorso de la mano.

—¿Quien cobra tu renta?

—Omar—Habla distraída mirando la foto—Vive en el piso de arriba.

Aprovecho que no me presta atención y salgo del departamento, bajo corriendo hasta el auto y en la guantera tomo unos cuantos billetes y mí arma.

Subo al último piso y tocó la puerta con violencia.

—¿Que pasa?—Un hombre gordo me abre la puerta, frunce sus cejas—¿Quien carajos eres tú?

—¿Eres Omar?

Asiente y sonrío. Saco mi arma y veo como su cara palidece.

—¿Puedo entrar?—Se aparta rápidamente.

—¿Fuiste tu quien rompió las cosas de mi chica?—Él solo mira el arma en mi mano, pálido—¿Tengo que volver a preguntar?

Niega con la cabeza.

—Hermano—Dice nervioso—Ella me debía unos cuantos billetes...

—¿Y por eso tenías que entrar a su casa, romper sus cosas y hacerla llorar? ¿Todo por esto?—Lanzo el dinero a su cara y el lo atrapa—Odio que mi chica llore Omar.

—N-no, no—Tartamudea—no pasará de nuevo.

—No, no pasará—Digo caminando hacia él—De rodillas.

—Espera hermano, podemos llegar a un acuerdo...

—No me gusta repetir las cosas.

Él se arrodilla mirándome con terror.

—Abre la boca—Digo y veo como miro el cielo, al parecer está rezando.

Abre la boca y meto mi arma en su boca, veo como gruesas lágrimas bajan por sus mejillas. Balbucea cosas que no logro entender.

Llora con más violencia cuando ve que mi dedo va hacia el gatillo.

—¿No es divertido llorar cierto?

Niega con la cabeza.

—Espero hayas aprendido—Saco la pistola de su boca y la limpio con su camisa.—Que nadie se entere de esto—Hablo caminando a la salida—Me enteraré.

Escucho sollozos al cerrar la puerta.

Cobarde.

Al entrar de nuevo dónde Lieth, ella ya ha recogido parte del desastre.

—¿Dónde estabas?—Pregunta al verme.

—Pagandole a Omar—Me encojo de hombros.

—No, no tenías por qué hacer eso—Suelta la escoba—Le diré ahora mismo que te devuelva tu dinero.

Trata de pasar por mi lado, pero tomo su mano deteniendola.

—Yo quise hacerlo—Digo dando un paso más cerca.

Ella no retrocede, solo mira mis ojos, un brillo se apodera de ellos y el latir de mi corazón se hace más rápido.

Aclaro mi garganta.

—Terminare de, uhm limpiar.

Asiento.

—Haré una llamada y te ayudo.

Nerio Pockerman. [Libro II].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora