Era viernes, 18:45 y Amelia debería haber previsto que Luisita no llegaría.
Le había dicho durante toda la semana que no le gustaban las fiestas y peor aún, que ese tal David, su vecino de enfrente, no le caía nada bien.
La celebración de bienvenida para ambas, para la familia que aparentaban ser, empezaría en quince minutos y ella no quería llegar tarde ni sobre la hora. Se alisó el vestido azul que portaba esa tarde y avanzó hasta la cocina, sonriéndoles a los niños que esperaban por ellas en la mesa.
—¿Están listos? —les preguntó por lo bajo y ambos asintieron enérgicamente, abandonando de un salto las sillas.
Caminaron sin prisa hasta la puerta y ella abrió, cediéndoles el paso y cerrando con llave al salir. Colgó su cartera cómodamente en su lado derecho y rodeó los hombros de ambos niños al ver a David esperándolos en la puerta.
El chico vestía un traje azul más claro que su vestido, casi celeste y un moño divertido color negro. Saludó a los pequeños con cariño y los dos corrieron directo al patio cuando les dijo que había más niños y juegos para que se divirtieran.
—¿Y Luisita? —preguntó el muchacho luego de dejarle un beso en cada mejilla.
—En su oficina, hoy tiene mucho trabajo. Me pidió que me disculpara por ella. Realmente le hubiese gustado estar aquí —ni su voz sonaba convincente ni el gesto de aprobación de su vecino fueron verdaderos, pero al menos lo intentó.
Luisita no le enviaba mensaje ni se había molestado en llamarla desde el mediodía, luego de volver a salir rumbo a su trabajo. Pero eso era a lo que se dedicaba, a fingir más allá de caricias y parejas, también palabras.
—Oh, está bien —se descuidó él agitando sus manos —Haremos otra pequeña reunión en cualquier otro momento. Ven, adelante, Amelia. Ya hay algunos presentes —la invitó David, guiándola con una mano en su espalda y cerrando antes de caminar rumbo al living.
Amelia observó todo sin intentar demostrarlo: la casa era grande, un living lujoso y espacioso con cuadros en sus paredes. Una barra ya ocupada por algunas parejas antes de llegar a la cocina y unas puertas corredizas de cristal, al fondo, daban paso al patio, justo como a ella le gustaba: con un césped tan verde como limpio, una parrilla en un rincón y una piscina llena de agua cristalina.
David la acercó a algunos vecinos que no conocía y todos la trataron con amabilidad y entre sonrisas. Por lo que no pudo dejar de tratarlos de igual manera.
—¡Amelia! —escuchó la voz de Carmen con alegría mientras se acercaba a ella. La muchacha la apretó en un cálido abrazo y le dejó luego un beso en su mejilla, sosteniendo sus manos mientras le hablaba —Pero mira que hermosa te ves. Lo siento —se disculpó al recibir un codazo de David —Pero su esposa no está aquí, no me dirá nada ¿cierto?
—Oh, no, no —dijo Amelia —Luisita no pudo venir.
—Que pena —murmuró la chica y enredó su brazo con el de Amelia, sonriéndole con victoria a David y alejándola de allí —Acabo de ver a tus hijos en el patio, son adorables.
—Si, lo son ¿tú tienes hijos? —preguntó con inocencia y la chica lanzó una risa.
—Para eso necesitaría pareja. Y no quiero nada de esas responsabilidades por ahora.
—Oh, eres…. soltera —susurró Amelia, confundida por el hecho de que alguien en ese estado civil viviera en Santa Bárbara.
—Bueno, he tenido una pareja estable y la razón por la que me mudé, pero si la relación se rompe y te has sabido ganar el cariño de los demás, uno de los dos puede conservar la casa —se le adelantó Carmen mientras detenían sus pasos en el living —Recuérdalo para cuando Luisita llegue tarde a casa. Trabaja en una oficina ¿cierto? O para cuando no pueda llegar a una fiesta —terminó la chica y Amelia dio un paso atrás, tratando de que aquel miedo que Carmen intentaba imponer no le generara duda.
ESTÁS LEYENDO
Reglas de oro
FanfictionLuisita Gómez es una estafadora profesional que quiere dejar el negocio con un último golpe. Para lograrlo, deberá reclutar integrantes que fingirán ser junto a ella una familia feliz. ¿Conseguirá quedar en el recuerdo? (Advertencia: Fic G!P) .Esta...