Capítulo 6. Fingir y no serlo.

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Regla número 16: jamás te muestres vulnerable

Fue lo que recordó Luisita cuando Luke propuso compartir el helado en el living, viendo una película todos juntos. Ella negó con seguridad luego de unos segundos y caminó escaleras arriba, encerrándose en el baño por una ducha caliente.

Quitó su ropa mojada con algo de esfuerzo y se deslizó en el frio piso hasta colar una mano tras la cortina y abrir la ducha. Ni siquiera se molestó en buscar lo que necesitaba, solo quería estar bajo el agua caliente un momento.

Con sus dos pies dentro, mojó su cabello y pasó sus manos hasta aplastarlo hacia atrás. "A Luisita le gusta Amelia", recordó con molestia y estiró su brazo en busca del jabón. Maldita niña malcriada, pensó cuando le fue inevitable continuar repitiendo esas palabras con la voz de Chloe.

¿Cómo iba a gustarle Amelia? Era hermosa, sí pero su voz era irritante, su poca colaboración en el trabajo le molestaba y sobre todo que fuera tan desconsiderada la ponía de mal humor. Era egoísta, eso era Amelia Ledesma y en una escala aún más alta que ella. Por lo tanto nunca la soportaría.

Ni siquiera Amber, aquella chica con la que realizó su primer trabajo, fue tan desesperante como Amelia. O tal vez fue porque apenas le dedicó miradas y atención durante esos meses que compartieron casa. Ella misma dividió dos cuartos y nunca hizo coincidir sus horarios con la muchacha. Solo sostenía su cintura cuando alguien más las observaba o fingía una caricia en las fiestas, bajo un ojo público.

Pero inclusive Amber acataba sus órdenes con predisposición y pocas veces le reclamaba algo.

El problema era entonces claramente Amelia. Era la segunda vez que trabajaba acompañada y su garganta terminaba picándole luego de gritarle porque hiciera las cosas bien. Entonces no, no podía gustarle alguien así.

Escuchó sonar su móvil en la habitación de al lado, la que compartía con Amelia, y terminó enjuagándose con rapidez.

—Por tu bien, espero que seas tú James —murmuró al tomar una bata y colocársela, tenía mucho que reclamarle apenas hablara con él.

Llevó una de las mangas a su nariz y la olió; movió su cuello con molestia y caminó rumbo a su cuarto.

—¡Amelia! —le gritó pero la morena no hizo acto de presencia. Su móvil volvió a sonar y llegó a el , atendiendo rápidamente —James —lo saludó entre dientes luego de leer su nombre en la pantalla.

—¡Ey, princesa! Una semana ya en tu nuevo empleo ¿eh? debemos reunirnos para verificar los datos y estadísticas. Mañana los espero en mi oficina.

—¿Nos? —preguntó ignorando el hecho de qué aún seguía enfadada con él.

Necesitamos armar y detallar algunas cosas. Y para eso los necesito a los cuatro. A ti y a tu familia.

—No es mi familia —aseguró Luisita, observando a Amelia pasar junto a ella y volteando tras la mirada de reojo que le dedicó la morena. Sus ojos quedaron en el espejo del tocador, inmóviles, cuando Amelia bajó los tirantes de su vestido y lo deslizó hacia abajo —Ajá, claro —le respondió a James que no paraba de hablar y se aclaró la garganta, intentando desviar su mirada.

¿Iba a quitarse la ropa otra vez con ella cerca? Por supuesto, si era desconsiderada y egoísta.

Su espalda desnuda quedó visible ante ella y por un momento le pareció imaginarse si la tocara. Parecía tan suave y ese color moreno le sentaba perfecto; seguramente sus dedos se resbalarían en ella sin problemas y a Amelia se le erizaría la piel. Y podía hacerlo, al fin y al cabo compartían cama y la morena nunca la sentía cuando apoyaba la cara en su hombro; solo lo notaba a la mañana siguiente, cuando ya la babeaba con algo de intención.

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora