Capítulo 30. Supernova.

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*Flashback*

Su mano sobre una mano de Amelia y la otra sobre su abdomen, a un lado del transductor, el aparato que se movía en busca del bebé.

El médico lo apartó hacia un lado y la velocidad de los movimientos descendió lentamente. Se detuvo, rozando su dedo meñique y apuntó la pantalla de un computador.

—Bueno… esa pequeña bolita es él, o ella —agregó con rapidez y Luisita se acomodó con sorpresa.

No podía distinguir aquellos que las madres solían ver como cada parte del cuerpo y reconocía apenas el círculo que el hombre señalaba. Sin embargo, no pudo ocultar su emoción y lo vió todo cual niño por primera vez en un parque de diversiones.

El doctor señalaba el lugar donde crecerían sus brazos... sus bracitos, pensó Luisita y luego las piernas. Apuntó con determinación el latido de su corazón y les indicó que todo estaba marchando a la perfección; que Amelia solo no debía abandonar sus consultas.

Se estiró un poco más hacia adelante y la morena tomó su mano, entrelazando sus dedos y llamando su atención.

—Es nuestro hijo —susurró y no pudo evitar la sensación que ahogó su garganta.

¿Su hijo? ¿Un hijo de ambas? ¿Amelia esperaba un hijo de ella? ¿Había pasado aquella noche que no usaron protección? No lo sabía, no sabía si de ese momento se trataba. Pero sabía lo que significaba ese bombeo violento de su corazón y no era más que la verdad de las palabras de Amelia; podía reconocerlas y sobre todo sentirlas.

Sí, era un hijo de ambas. Amelia llevaba su hijo y en nueve meses, o menos, lo tendría con ella. Lo cargaría por primera vez en uno de sus brazos y con el otro lo cubriría mientras acariciaría su cabeza.

El dedo que la morena tocaba ahora era con el que ella palparía su pecho y verificaría que todo estuviese bien con él o ella. Cerró los ojos y lanzó un resoplido divertido.

Si esperaban una niña, ya podía imaginarse horas y horas dentro de una tienda de ropas o ahuyentando posibles candidatos. Su imaginación se inquietó y fue más allá; cuando la ayudara a bajar de su coche para llevarla al primer día de clases, con una mochila rosada en su espalda y su uniforme lisamente amoldado.

Abrió los ojos y lanzó aire en un pequeño círculo que formó su boca: ¿estaba preparada para esto? No, quizás no. Pero cuánto se moría por comenzar a aprender.

Ignoró las demás indicaciones del médico y se inclinó hasta Amelia, arrebatándole un beso que silenció al hombre y segundos después borró su presencia.

—Dios santo, vamos a tener un hijo, Amelia —susurró recostándose contra su frente.

El abrazo de la morena cubrió sus hombros y parte de su espalda. El llanto de Amelia opacó el suyo y su te quiero se adelantó al de ella.

Pasó sus brazos por la cintura de la morena y lloró, desahogándose de emoción contra su cuello.

*Fin del Flashback*


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Tomó su taza de café y la vió; Amelia ingresó a la cocina y ella se puso de pie al instante. La observó pasar directo a la mesada, buscando algo para preparar su desayuno y ella se aclaró la garganta, antes de gesticular nerviosa y hablarle.

—Preparé café… por... por si deseas —agregó llegando casi de un salto a la cafetera y ofreciéndole una de las tazas.

—En realidad... —murmuró la morena, tomando la taza que ella le tendía —...con esto del embarazo, no puedo beber café.

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora