Capítulo 26. 24 horas.

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Aquellas tres palabras le taladraron los pensamientos. Todo, en realidad. El cuerpo, las sensaciones, los sentimientos, su vida. Y debía admitir que no estaba lista para aquello, a veces lo deseaba, antes nunca lo deseó, pero ahora se veía en un laberinto avanzando tanto como retrocediendo al punto de salida.

Todo el aire se sintió caliente de repente, ardiéndole en cada rincón de sus pulmones y dificultándole la respiración. Su boca entreabierta, sus manos arrastrándose por sus muslos y su aliento pesado. Todo lo hacía más terrorífico aún.

—Felicidades, está embarazada —volvió a repetir el médico al ver quizás su mirada perdida, que lo hacía ver todo borroso y el movimiento de su cabeza que no llegaba a asimilar tal información.

¿Debería vivir con ello ahora? ¿Con lo qué esa corta frase significaba?

Ya podía imaginarse más mareos, más náuseas o el crecimiento de su abdomen a medida que pasaran los meses. Llevó las manos por instinto allí y apretó por sobre su chaqueta con algo de miedo; no, definitivamente nada de eso sonaba a un sueño por mucho que lo deseara.

¿Cuánto tiempo llevaba en este estado?

¿Sabría cuidarlo cuando lo tuviera en brazos tanto cómo tendría que hacerlo mientras estuviese en su interior?

¿Qué pasaría cuándo los dolores comenzaran a frecuentarla?

¿Qué pasaría cuando todo comenzara a notarse y cientos de cosas comenzarían a cambiar?

La compañía de Chloe y Luke la había hecho encariñarse con ellos y desear un futuro similar, con sus hijos y una familia pero no imaginaba que ese futuro llegaría tan rápido.

No lo asimilaba, no iba a asimilarlo y cuando lo hiciera ya seguramente habría pasado tiempo desde esta sonrisa que el hombre frente a ella no borraba.

Lo observó unos segundos y se preguntó qué estaría pasando por su mente. ¿Por qué él estaba contento si ella era la embarazada y llena de miedo ahora?

Quería irse de allí. Ya se había hecho el chequeo, él la había revisado minutos atrás y le acababa de dar la noticia como si ella hubiese ido a buscarla. Se puso de pie y abandonó la silla sin siquiera mirarlo, necesitaba el aire fresco cuánto antes o sus preguntas podían empeorar.

—Señorita Ledesma —la detuvo él cuando llegó a la puerta —Mi esposa reaccionó igual cuando se enteró de nuestro primer embarazo.

—¿Nuestro? —preguntó con sarcasmo volteando a verlo.

—Nuestro, sí. El embarazo es el resultado de una relación íntima, conllevada la mayoría de veces por el amor entre dos personas. La mujer solo lleva el niño dentro de ella por unos meses, pero nosotros estamos allí esa cantidad de tiempo también, para apoyarlas y no hacerlas sentir solas. Solo háblelo con su esposo y todo se verá distinto —terminó él con una sonrisa y ella lo observó de arriba abajo, nada de esos alientos moralistas le importaban ahora.

—No tengo esposo.

—Oh —murmuró el médico antes de aclararse la garganta —En ese caso el niño recibirá el doble amor de su madre. Lo cual es excelente.

—No, no quise decir eso. Usted no entiende, déjelo ya —balbuceó regresando a la puerta.

Luisita. La rubia pasó por su mente al tomar el picaporte y la respiración volvió a dolerle.

¿Cómo se lo diría? Ella no quería hijos, no le gustaban los niños y probablemente eso no iba a cambiar solo por ella.

Se maldijo mentalmente, acababa de romper la relación que con tanta paciencia había formado con ella porque Luisita iba a despedirle, lo más seguro y no iba a querer saber nada más de ella, mucho menos de el hijo de ambas.

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora