Capítulo 44. De sorpresas y sus cambios.

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—Y debes ponerte esto… esto también. ¡Oh y esto! ¡Definitivamente esto!

Luisita arrastró una mano por la cara y terminó apretándola en su cabeza, aplastando su cabello hacia atrás para no reclamarle a Chloe de otra manera.

La niña y Luke llevaban casi dos meses en su nuevo instituto y, a unas semanas de acabar el año escolar, debían ensayar para una obra final y elegir participar junto a alguno de sus padres.

Ahora, ella estaba sentada sobre su cama y observándola quitar distintas prendas de su armario. Una y otra apiladas a su lado frente a la decisión e indecisión de su hija. Llevaban más de media hora así y no entendía por qué. De igual manera iba a usar una especie de disfraz encima, asi que no le veía la gran idea a quitar toda su ropa.

—Esta camisa es perfecta —le dijo al quitar una con pocos usos.

Luisita se puso de pie al instante y se la quitó.

—Esta es un regalo de Amelia. Y solo quiere que la use con ella —murmuró viéndola rodar los ojos.

—¿Eres su esclava o qué?

—Nada de eso —aseguró guardándola nuevamente. Aunque sonrió, eso sonaba fascinante en su imaginación —Pero no le gustará verme con ella si no me lo permitió con anticipación.

—Definitivamente eres su esclava —afirmó la niña con un gesto de incomprensión y fue su turno de voltear los ojos.

Sí, quizá lo era pero estaba locamente enamorada de Amelia y no podía negarse a sus peticiones.

—¿Luisita? —la llamó por lo bajo y ella se acercó a la cama, volviendo a su lugar.

—¿Qué sucede?

—¿Es bueno estar enamorada? —le preguntó con seriedad y algo de inseguridad.

Luisita la observó un momento, no entendía el punto de la pregunta. Chloe era pequeña, tan solo con nueve años y a esa edad los niños estaban a miles de kilómetros alejados de la palabra amor. Sin embargo asintió con lentitud. Ella se encontraba en ese estado actualmente y era la mejor sensación que la invadía a diario.

—Sí, bueno si lo es si lo estoy de Amelia. Sí, pero ¿por qué lo preguntas?

—¿Y si no fuese ella?

Luisita se removió con dudas.

—No lo sé. No me imagino ahora sin ella. Me gusta estar así con Amelia y creo que no sería lo mismo con alguien más… no, no lo sería —sonrió segura —Sin ella no estarían ustedes y la hermana que esperas. Sin ustedes mi vida volvería ser… asquerosa.

—¿Nos adoptaste por qué Amelia te obligó o por qué tú lo sentías?

—Amelia no me obligó a nada. Nada es obligación de mi para ustedes —le aseguró estirando su brazo y jalándola para que se acomodara a su lado. Le rodeó los hombros, abrazándola para oír su risa por lo bajo y le dejó un beso en su cabeza —Solías hacerme fastidiar pero era recompensado con el crecimiento de nuestra relación.

—¿Cómo qué solía? —inquirió la niña mirándola a los ojos —¿Ya no te fastidio?

—Pues no.

—¡Demonios! Estoy perdiendo mi toque. Ah pero la culpa la tienes tú, con eso de estar feliz ahora ya no te enojas tanto.

Luisita rió. Si, definitivamente era eso. Antes no tenía ese momento de la relajación, transitada desde dejar el trabajo hasta cuando llegaba a casa. Nadie la esperaba en ella. Solo hacía en su departamento lo mismo que hacía mientras trabajaba.

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora