Capítulo 40. Dentro de ti.

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Sus manos temblorosas y la sangre que escurría entre sus dedos.

Su rodilla aguantando el impacto que la desestabilizó y la volvió al suelo, imposibilitándose a insistir con levantarse.

La voz de Amelia, llegando entre gritos y llamándola mientras sollozaba.

Sus ojos en el techo, su espalda siendo sostenida por su esposa y su mirada se perdió en ella unos segundos. Con su mano ensangrentada, acarició su mejilla y la vió llorar.

Amelia la sujetaba cual bebé bajo los brazos de una madre desesperada porque despertara. Y la sintió desconsolada cada vez que la acercaba a su pecho, opacando sus palabras de amor que el llanto interfería.

—¡Luisita!... ¡Luisita, mírame!

No pudo hacerlo y se rindió ante el cansancio y el dolor.

Sus parpados se cerraron y sus brazos se desligaron de ella.

Y no la escuchó ni vió más nada.



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"…Luego del inesperado suceso ocurrido en Santa Bárbara, nuestra ciudad vecina, ya hay dos detenidas en el caso. Una de ellas perdió la vida mientras la ambulancia la trasladaba al hospital más cercano.

Benigna Castro, fundadora del lugar y víctima segura de los hechos, envió un comunicado explicando algunas situaciones que rodeaban a su familia también. Sin embargo, estará presente en el juicio que a cada uno de los imputados se les presente, ignorando así el lazo que los une.

Una familia totalmente destrozada y una serie de preguntas confusas para los vecinos, fue lo que dejó el encuentro entre agentes del F.B.I y los delincuentes relacionados al caso.

Estaremos informando más tarde, cuando algo más de información…."

Amelia apagó la televisión y mordió su labio inferior para evitar llorar. Tragó saliva secamente y se quitó la sábana, dejando atrás esa incómoda cama.

Era el segundo empujón que le daba a ese enfermero y el tercero a su compañera. Iba a darles mucho más si no se alejaban y la dejaban irse.

Se arrancó la venda que cubría su frente y caminó con dominio hacia la puerta. Allí, luego de abrirla, nuevamente su médico aparecía con su gesto molesto y como lo había visto los últimos días.

—¿A dónde se supone que vas?

—¡Quiero irme de aquí! ¡Ahora! Ya estoy bien. ¡Siempre lo estuve! Quiero irme a mi casa y estar con mi familia.

—Eso no será posible, Amelia. ¿Cuántas veces quieres que te lo diga? Regresa a la cama, aún estás en revisión.

—¡Estoy bien!

—Tú sí pero a quien estamos cuidando es a tu bebé. ¿Quieres que el termine de crecer bien, cierto? Sin ningún tipo de problemas y en perfecto estado ¿cierto, Amelia?

La morena lo observó, fulminándolo con la mirada y luego volvió a la cama. Sí, llevaba tres días allí y si, continuaba bajo esas cuatro paredes, era solo por su bebé.

—Ahora, deja que Carl vuelva a ponerte el suero y por tercera vez en el día, te lo ruego, no te lo quites.

Le sonrió con ironía y estiró su brazo. Carl, uno de los enfermeros, se acercó temeroso bajo la mirada protectora del doctor y volvió a conectar todo para su cuidado.

Steven, el médico que la tenía bajo su cuidado, anotó algunas cosas en una planilla y ella observó hacia arriba, evitando hacer contacto con alguno de ellos tres.

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