Capítulo 50. Al recuerdo.

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Una felicitación individual, en más de una ocasión y más aplausos.

Y finalmente un agasajo grupal, para ellos cuatro y un aplauso que sonaba a final. Porque era el final, era el último en ese lugar, bajo los alaridos de esas personas y sus sonrisas.

Y siempre pensó que nunca estaría allí para eso. Porque solo quería dejar el negocio y pasar el resto de sus días encerrada en su departamento, oyendo una canción por semana y bebiendo de su whisky favorito cada noche. Ese era todo el plan para el resto de su vida.

Patético. Triste. Solitario. Pero era su plan emocionante, divertido, acompañado de sí misma. A quien únicamente necesitaba.

En cambio ahora podía cambiar las horas en su sofá por horas en el parque, minutos en que cargaba a Brooke y la hacía jugar, girarla como si su avión personal fuera. Iba a reemplazar su nulo gusto musical por los de Chloe y Luke, por sus tardes en el living, frente al televisor mientras se divertían con la consola de videojuegos.

Y aquellas noches desperdiciadas con un vaso en mano, observando nada y dejando pasar el tiempo, las iba a transformar en demostrarle a Amelia cuánto la quería. A su lado, sobre ella, bajo ella, desnudas y con ropa. Con palabras, en silencio, entre gemidos y besos que la llevarían a la cima, a la gloria de tener lo que nunca había soñado.

Iba a mantener las cosas en equilibrio, lejos de ese pasado y recordando solo ese momento, en que conoció a la morena, a su esposa y a la familia que formaron luego. Nada iba a interponerse, nadie iba a colarse sin su permiso y atrás iba a dejar a la Luisita que les mostró al principio.

Porque ahora era otra.

Había cambiado, a pesar de que estaba segura de que la gente no cambiaba, ella había cambiado. Ahora era feliz, de verdad y no en su pequeño mundo de fantasía en el que solo ella misma se lo decía. Ahora se lo recordaba alguien más, se lo declaraba alguien más y si continuaban de esa manera, el final sería como ese: con la mayor recompensa y sobre la cima de todo.

Atrapó la cintura de Amelia y sonrió mientras Chloe y Luke respondían a los elogios por la calificación recibida en ese trabajo. Ellos estaban disfrutando el momento y se dejaban consentir por el resto de empleados, que maravillados les aplaudían por despedirse del negocio.

—Estás en el podio —le dijo Amelia contra su oído. Los griteríos y silbidos no acababan, por eso la morena estaba cerca de su mejilla derecha para hablarle —Siempre lo has estado y te vas como querías. Al recuerdo de los demás.

—Me voy como quiero, sí... contigo.

Solía hablarle directamente siempre de ella, porque con ella comenzó aquel viaje hasta donde habían aterrizado: los niños y el presente que vivían. Por Amelia ahora estaban dónde estaban y nunca dejaría de darle méritos por eso.

Le dejó un beso en la frente y llamó a sus hijos luego. Ya era tiempo de dejar esa empresa, aquel edificio y alejarse de las miradas del resto. De James, de su observación minuciosa y orgullosa al frente de todos.

Atrapó los hombros de Luke y tiró de él, llevándose consigo a su hermana y Amelia del otro lado.

Tenía prisa por salir, por dejar eso ya en el historial de su pasado y dedicarse a su familia ahora. Quería montar su coche cuanto antes y dirigirse a la clínica, para retirar a Brooke luego de sus exámenes semanales.

Necesitaba tenerla nuevamente entre sus brazos y que le sonriera, como cuando la cargaba al despertar de sus siestas y reía mientras le hablaba de manera graciosa, infantil y todas las sensaciones de su cuerpo chocaban allí, en ese nuevo objetivo.

Porque ahora ya no tenía victimas. Ya no tenía caricias que fingir ni órdenes para dar. Porque ahora tenía todo para recordar, toda una vida para repasar en sus momentos finales y un motivo por el que tirar las restricciones por la cañería.

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora