Capítulo 9. Una noche más.

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—Le has prestado tu motocicleta —escuchó Amelia e inevitablemente apretó los ojos. La voz de Luisita era cercana por momentos, molesta por otros e irritante a cada rato —Creí que nadie podía siquiera respirar cerca de ella —terminó la rubia, rodeando la cama y llegando a su lugar, tras ella.

—Era eso o continuar sin saber de él. ¿Te dejó mi llave?

—En la cocina —murmuró Luisita, quitándose los zapatos y Amelia volteó a verla.

—¿Y por qué estás enojada ahora? Me acerqué a él, estoy haciendo mi trabajo y ni siquiera me das algo de crédito. Eres una maldita malhumorada y egoísta que solo quiere hacer todo por su propia cuenta.

—En realidad... —la cortó Luisita, abriendo su camisa y despojándose de ella sin pudor —....iba a hacerlo. Iba a felicitarte —continuó antes de sacarse el pantalón y perderse bajo las sábanas. Su mano rozó el muslo de Amelia y solo ese contacto fue suficiente para que se arrastraran apenas hacia la otra —Conseguiste que nos invitaran a una cena.

—¿De verdad? —preguntó Amelia sorprendida.

—De verdad. Mañana por la noche, dejaremos a Luke y Chloe con una niñera, él me recomendó una señora de confianza. Debes estar lista para las 6:00, Amelia.

—¿Iremos juntas?

—¿Y tú que crees?

—Me refiero a que, si vas a ir a trabajar y eso. O luego pasarás por mi —inquirió ella por lo bajo.

Había esperado por esa felicitación de Luisita y ahora que la oyó, todo pareció surrealista y la tomó por sorpresa; logrando enrojecerla y hablar de esa manera ahora, lejana y con timidez. Luisita se giró hacia ella y se movió, acomodando su codo contra el colchón para sostener su rostro.

—Tal vez solo vaya a la mañana —susurró la rubia y Amelia apretó los labios, asintiendo lentamente para esconder una sonrisa —¿Te gusta este lugar?

—Es agradable, es pequeño pero espacioso. Si, me gusta, ¿por qué lo preguntas?

—Sé que has estado en muchos lugares distintos, fingiendo otros matrimonios. Solo curiosidad —dijo Luisita —¿Cómo te has llevado con tus demás parejas?

—En realidad, solo con mi mejor amigo firmo contratos. Toda mi confianza está depositada en él, asi que no fue algo difícil de llevar.

—Tienes un mejor amigo...

—Nacho. Bueno, Ignacio Solano —sonrió Amelia —Supongo que tú debes tener el tuyo.

—Dos —aseguró la rubia, estirando su mano y haciendo a un lado un mechón de pelo que caía sobre el cuello de Amelia —Marina y María. En este momento deben estar en algún lugar de New York.

—¿Trabajas con ellas? ¿O lo haz hecho?

—Nunca. Ellas no saben que… bueno, que me dedico a esto. Marina es abogada y el padre de María es agente del FBI. Sería un caos si se enteraran. Y las decepcionaría.

—Son tus mejores amigas, ¿cómo haces para ocultárselo? —preguntó Amelia, tratando de ignorar el gesto de tristeza que Luisita realizó.

—Solo tengo que hacerlo —zanjó Luisita el tema y ella gesticuló con sus labios, deseando no haberla molestado con sus preguntas —¿Por qué haces esto? ¿Por qué te dedicas a esto, Amelia?

Su nombre esta vez sonó distinto. Tan bajo y como nunca antes Luisita lo había nombrado. Le gustó, esa manía de la rubia por manejar sus pulsaciones sin que lo supiera, estaba comenzando a agradarle sobremanera.

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora