Capítulo 35. Escape.

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Debería inventar una nueva regla para esto que estaba viviendo. Movió sus dedos en un rápido conteo y gesticuló decepcionada al notar que no podía, tenía sus lugares y números ya ocupados y además esto no estaba afectándole a su trabajo. Quizá solo agotándola más cada día, pero las horas de insomnio y los cabeceos a punto de dormirse en su oficina valían la pena.

No, negó ligeramente con la cabeza al alzar un plato de madera y arrojar la verdura cortada sobre una gran olla en el fuego. No haría una regla para esto porque eso implicaba aplicarla y no iba a hacerlo.

Pero tenía que detener a Amelia en algún momento. ¿Tenía que hacerlo? Se preguntó al sentir sus brazos alrededor de su cadera y volvérselo a preguntar.

Tampoco era como si literalmente la morena hubiese abierto su caja de hormonas y las hubiese expandido por todo su cuerpo. Solo la buscaba unas horas más luego de acostarse, otros minutos antes de regresar al trabajo al mediodía y ahora, como la noche anterior, mientras tenía tiempo libre antes de ducharse.

—¿Qué haces? —le preguntó antes de morder su camiseta y jugar con ella entre sus dientes.

—La cena. Algo de sopa. A los niños les gusta... ¿podrías poner los platos en la mesa?

—¿Sabes en que pensaba? —le preguntó la morena en cambio al separarse y recostarse contra la mesada.

Luisita le dedicó una rápida mirada: llevaba ya su pijama y su cabello húmedo, producto de que acababa de salir de la ducha.

—Pensaba en una de las visitas a la casa de Benigna, cuando le lleve el almuerzo a Leonel, podría tomar el número de su cuenta bancaria y todo se acabaría más rápido ¿no crees?

—¿En eso piensas mientras te duchas? —inquirió divertida mientras continuaba cortando algo más —No habrá visitas a la casa de Benigna, no quiere que toques su timbre solo que le envíes lo cocinado y no quiero arriesgarte hasta eso. Y solo es cuestión de tiempo para que su hijo le cuente lo que oyó hoy en el parque. Nada se acabará rápido si continuamos este ritmo y si se acaba será porque ese niño habló con ella. Nos descubrirá y nos echará con una cantidad de denuncias que...

—Bueno, ya, ya, Luisita —la cortó Amelia con sus brazos en alto —Relájate. Nada de eso pasará. Chloe lo convenció.

—¿Eventualmente por cuánto tiempo? Nos quedan unos meses aún aquí, no saldremos ilesos de eso —cortó con rudeza la última zanahoria en dos partes y la echó con el resto.

Sí, Chloe había callado las preguntas casi ahogantes de Leonel e incluso se había armado un discurso propio que incluía una sonrisa especial al niño y un abrazo que lo hizo sonrojar. Porque, al parecer, ese gustito infantil de él por la niña en un acto inocente lo mantendría silenciado tras la petición de Chloe.

Pero Luisita sabía que no duraría mucho. Que su "ellas no estaban casadas legalmente, solo en ceremonia" quizá no terminó de convencerlo y su "suelo llamarlas por su nombre" mucho menos. Sin embargo no podía quitarle crédito, Chloe no tenía problemas de lanzarse con sus propios instintos si de salir de un resbalón se trataba.

Sonrió. Sí, se vería como ella en unos años, pareciendo invencible y llevándose sus logros bajo el orgullo propio y el de los demás.

—¿Me estás escuchando?

Luisita sacudió la cabeza y carraspeó la garganta.

—No, lo siento Amelia. ¿Qué decías?

—Que qué significa aquello de que nada acabará rápido o sí pero tus peros ¿cuáles son tus peros? —desvió su mirada hacia ella y entrecerró los ojos, en su cabeza sonaba de otra manera y ella lo comprendía.

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora