Capítulo 19. Nunca, ni en tus locos sueños.

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—Fue más fácil de lo que creí.

Luisita alzó la vista y abandonó su silla de inmediato: Amelia ingresaba a su oficina con una pequeña bolsa de plástico transparente en sus manos. Rodeó su escritorio y se detuvo frente a ella, intentando arrebatársela pero la morena la escondió tras su espalda.

—Quiero mi parte por esto, ha sido un total sacrificio —ella lanzó un resoplido y agitó la cabeza.

—Seguro —ironizó por lo bajo —Te debe haber costado mucho trabajo mantener a Carmen pendiente de ti.

—¿Celosa?

—¿De ella? Por favor —exclamó con grandeza, antes de recibir la bolsa y regresar a su lugar —¿Tiene tu huella?

—Pues si, hubiese sido raro que tomara uno de sus cabellos con guantes ¿no crees? Espera Carmen, tienes un insecto en tu cabeza. Oh pero antes me prepararé higiénicamente —sobreactuó Amelia con sus manos en movimiento y ella rodó los ojos —Si, muy creíble.

—Me refiero a qué si lo manipulaste demasiado.

—Luisita, llevo tiempo en esto ¿debo recordártelo siempre? —la observó y notó que había cruzado sus brazos, algo molesta.

Pero Amelia siempre tomaba esa postura cuando de enfrentar ideas se trataba. Movió su cabeza, llamándola y apenas unos segundos después la tenía ya a su lado.

—¿Lo ves? Bajo su nombre no hay nada —le informó señalando la pantalla de su portátil —Le enviaré a la parte de laboratorio su cabello porque mira… Julie la buscó según la fotografía que le enviamos el otro día y no…

—¿Quién es Julie?

Apretó los labios y la ignoró unos segundos; mientras ella escribía, tecleaba otros datos y manejaba el portátil, Amelia detenía una mano tras la silla y la otra sobre la mesa, observándola más que a lo que le mostraba.

—Julie… una compañera de trabajo.

—Los compañeros de trabajo son con los que compartes tiempo en ello. Chloe y Luke, por ejemplo.

—¿Señorita Gómez? —alguien golpeó dos veces y, frente a su respuesta, una mujer mayor ingresó con una bandeja y dos tazas de café —Vi pasar a la señorita y supuse que era de quién me había anticipado.

—Ella es —aseguró Luisita con una sonrisa.

—Pues tiene razón —agregó la mujer, dejando la bandeja en el escritorio y estudiando a la morena pero sin incomodarla —Es muy guapa. Si necesita algo más, me avisa. Con permiso.

—Claro, gracias Julie.

—Julie es… ¿tu secretaria? —le preguntó Amelia y ella giró la silla para mirarla.

—Trabaja para James en realidad, pero es como la madre de todos aquí dentro. Muy servicial y de total confianza… Dos de azúcar ¿cierto? —le sonrió ella antes de estirarse y tomar dos sobres.

—Si… si, dos —balbuceó la morena —Es quien me recibió en la puerta de entrada.

—Esa es Julie, sí. A excepción de James, y ella por supuesto, nadie ingresa a mi oficina. Le dije que esperaba a alguien, que ella la recibiera y luego nos sirviera algo para tomar.

—Entiendo, por eso solo hay una silla... Gracias —murmuró al recibir su taza y beber el primer sorbo —Totalmente negro.

—Lo sé, sé que es el café que bebes. Toma mi silla.

—¿Y tú?

—Puedo beber de pie.

—Si tú puedes, yo también —replicó Amelia y dejó el café a un lado un momento para dar un pequeño salto y acomodarse sobre la mesa, al lado del portátil.

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora