Capítulo 24. Fases del trabajo.

1.9K 210 71
                                    

Lo había escuchado repetir aquello de que Amelia lo acompañara pero, por mucho que tuviera uniforme policial, no iba a dejar que se fuera con él.

Luisita lo vió estirar su brazo, intentando tomar el de la morena y lo detuvo; envolviendo el pecho de Amelia con su brazo y atrayéndola a ella.

—Debe haber un error —aseguró con su mirada fija en aquel desconocido.

—Si ella es Amelia Ledesma no, no lo hay.

—¿Dónde está su placa? —le preguntó Luisita y lo vió tragar con nerviosismo.

Sin alejarse de la morena, se estiró hacia el exterior y no vió un móvil policial. Regresó su vista a él y apartó a Amelia hacia el interior de la casa.

—Definitivamente hay un error.

—No, no lo hay —dijo alguien más.

Luisita lanzó un resoplido con frustración y agitó su cabeza al verlo. James se acercaba a ella cual titular de una causa y para manejarla a su antojo. Con su saco volado por el viento, su corbata ajustando la camisa y aquel bolígrafo que siempre colgaba en uno de los bolsillos.

Luisita se irguió en su lugar y esperó tenerlo frente a ella, ladeando apenas su cuerpo cuando él pretendió ingresar a la casa.

—No vengo por ti, Luisita. Quiero hablar con tu compañera —le dijo al insistir para avanzar.

—¿Y para eso armas toda esta estupidez? Es una locura, estás poniendo en riesgo nuestro trabajo.

—Ella quedó fuera del equipo ¿cómo querías que la sacáramos? Inventariamos algunos problemas con la justicia y nunca más la verían por aquí…. Ledesma, ven aquí.

—No. Amelia, no va a ir a ningún lado —lo contradijo Luisita y empujó al supuesto policía cuando intentó ingresar —¿Quién te ha dicho que Amelia está fuera de esto?

—Sabes que me gusta mantener nuestro orden. No lo cumpliste esta vez y….

Luisita giró sobre sus talones y tomó del brazo a la morena, guiándola hacia las escaleras y ordenándole que allí se quedara. Se apresuró a cerrar el bolso con el dinero robado la noche anterior y lo agarró en sus manos.

—Aquí tienes tu estúpido orden —le dijo a su jefe, arrojándole el bolso contra su pecho —Ahora vete o las sospechas comenzarán.

—¿De dónde sacaste esto? —le preguntó James —¿No me digas que vaciaste tu cuenta bancaria para salvar a tu compañera?

—Verifica mi cuenta y respóndete por ti mismo —masculló y cerró con un fuerte portazo.

Pasó el pestillo y se recostó un momento contra la pared: no iban a repetir lo de la noche anterior otra vez. Era una locura y podrían salir perjudicadas en el proceso.

Se alejó de allí con brusquedad y caminó hacia la morena, deteniéndose a unos pasos cuando la miró con dudas, con algo de miedo y su respiración acelerada se lo demostraba.

—¿Tú sabías que él iba a venir?

—No, Amelia.

—No me digas —ironizó la morena —Porque sonó como si ya te lo hubiese advertido.

—Te había hablado de esto antes. Si no avanzamos serás tú o los niños pero los sacará de esto. ¿Acaso estás culpándome? —le preguntó acercándose a ella cuando Amelia resopló con sarcasmo —¿Crees que esto está pasando por mi culpa?

—Por supuesto que no, Luisita, no dije eso.

—Pero lo pensaste.

—No digas estupideces. ¡Por supuesto que no!

Reglas de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora