Capítulo 7

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Habían pasado varios días y Alycia ya apenas tenía una pequeña muñequera, a veces le molestaba cuando forzaba la mano más de la cuenta, pero poco a poco podía montar a caballo, montar en su moto y hacer vida normal. Y lo más importante, había dejado de tomar la medicación cada ocho horas, eso era importante, porque le daba sueño y cada vez que llegaba a su casa entre el duro día de trabajo y la medicación, terminaba cayendo rendida en su cama.

Pero después de casi un mes sin ver a Rosario, por primera vez en aquel tiempo volvió al bar Alcalá, aunque sabía que a Rosario no le gustaba que fuese allí, necesitaba verla, había pasado demasiado sin estar con ella.

Nada más entró en el bar vio que ya estaba bastante concurrido, Alycia miró entre la gente buscando a la morena que la volvía loca, cuándo ésta la vio, su cara pasó de la sorpresa al enfado. Rosario la llevó a su camerino

-¿Qué haces aquí? Sabes que no puedes venir a mi trabajo

-Yo también te he echado de menos -dijo Alycia con ironía, no podía disimular su molestia porque Rosario no se hubiese alegrado ni un poco de verla después de tanto tiempo

-No lo parece, llevas un mes sin dar señales de vida -dijo Rosario cruzada de brazos

-Mucho trabajo, un accidente -levantó la mano para que viera su venda-, aunque bueno, tampoco es que tú te hayas molestado en venir a verme

-No creí que quisiera que fueras con tus hermanos por allí, además, trabajas por el día y cuando vuelves yo trabajo

-Da igual Rosario, no quiero discutir -Alycia se acercó a ella y la agarró de la cintura-, te he extrañado y quería verte, ¿es que no te alegras ni un poco de verme?

-Sabes que sí, solo que sabes que no me gusta que estés aquí, si alguno de los clientes borrachos te hiciese algo...

-¿Me defenderías? -Alycia sonrió

-Sabes que sí, aunque después me echarían

Alycia besó a la otra mujer en los labios, la rodeó con sus brazos, y sintió algo extraño, aunque era cierto que la echaba de menos y quería verla, no sentía ese vértigo que había sentido en otras ocasiones al besarla, esas ganas de hacerla suya. Alycia sacudió la cabeza alejando esos pensamientos, atribuyendo su poca líbido a un efecto secundario de las pastillas que había estado tomando. ¿O sería por culpa del cansancio?

Alycia volvió al bar, se sentó en la barra y miró a las chicas actuar, la verdad es que aquel lugar era un buen bar, las camareras eran hermosas, las cantantes sabían cantar y tenían ritmo, lo único que lo estropeaba es que la clientela parecía poder tocar a las cantantes y camareras como quisieran.

-Panchita ponme un chupito -pidió Alycia.

Alycia estaba disfrutando de la música, mientras bebía, a pesar de que el chupito se bebía del tirón, ella lo estaba haciendo a pequeños sorbos, ya que no quería beber porque aún se estaba medicando y tenía la moto fuera, si sus hermanos la veían llegar borracha le iba a caer una buena bronca. Tomó un sorbo y estuvo a punto de escupirlo, comenzó a toser pensando que el pequeño sorbo que le había dado junto a la medicación le estaba haciendo ver visiones, porque por la puerta del bar Alcalá acababa de entrar nada más y nada menos que la mayor y la menor de las hermanas Elisondo, Sara y Jimena acababan de entrar acompañadas de los sobrinos de los Uribe.

-Vaya par de parejas más extrañas... -murmuró para sí

Jimena charlaba y reía con el mayor de los Uribe, un chico bastante afeminado llamado Leandro, ambos a pesar de ser de buena familia no desencajaban con aquel ambiente, sin embargo, la otra pareja chocaba a la vista por todos lados, Benito, hermano de Leandro, era un chico gordo que lo único que pensaba era en comer, la mesa estaba llena de comida y era el único que estaba comiéndola, su rostro estaba manchado por todos lados; Sara, por su parte, vestida como si hubiera salido de un convento, con una blusa abotonada hasta el cuello y una falda larga hasta los pies, ropas bastante anticuadas para una joven de su edad, estaba sentada con rostro serio y desaprobando todo lo que veía

Pasión de GavilanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora