Capítulo 58

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-Alycia, ¿podemos hablar? -preguntó Ruth nerviosa

-Todo está olvidado -dijo Alycia dándole un abrazo a Ruth

-Yo... siento lo que...

-No pasa nada... -le dijo Alycia, su miraba fue más allá de ella, a la mujer que estaba al fondo de la sala-. Eva, ¿puede venir al despacho?

-¿Te vas a poner a trabajar? -preguntó Juan incrédulo

-No, solo necesito hablar de un asunto con Eva -dijo Alycia

-¿No puede esperar a que hayas descansado? -intervino Óscar

-Si es por algún negocio, Lena y yo podemos encargarnos -comentó Franco

-No es trabajo, solo quiero hablar con ella -dijo Alycia

Antes de que nadie pudiera decir nada más, Alycia subió las escaleras, sin esperar a ver si Eva la seguía o no. Entró en el despacho y dejó la puerta abierta, al sentarse en el sillón, notó el dolor de su cuerpo magullado, pero no dio muestras de debilidad, se quedó mirando como la otra mujer entraba con la cabeza gacha y cerraba la puerta

-Siempre creí que era una buena mujer con mala suerte en la vida -comentó Alycia-. Pensaba que los poderosos una vez más doblegaban a los más pobres. Pero ahora mismo no sé quién es

-No sé qué es lo cree saber pero...

-¡No me mientas! -gritó Alycia-. Nos has visto la cara de idiotas a mis hermanos y a mi por demasiado tiempo

-Señorita Alycia, eso no es cierto, yo...

Alycia cogió un marco de encima de la mesa del escritorio, se quedó mirándolo y lo arrojó a los pies de Eva. La imagen de una pareja sonriente miró a Eva, el cristal hecho añicos por el golpe

-Señorita Alycia, son sus padres, se terminará arrepintiendo si...

-¡Son unos mentirosos! Al igual que usted Eva.

-¿Qué está pasando? -Sara entró en el despacho preocupada, miró a Alycia y a Eva sin comprender-. Se escuchan los gritos desde abajo

-¿Sabías que Eva era la madre de Ruth? -preguntó Alycia a Sara

-Sí... -Sara miró a Alycia sin entender qué estaba pasando, sin saber muy bien que significaba las sombras en los ojos de su novia

-Descubrí por qué Libia y Ruth se parecen tanto -dijo Alycia

-¡Señorita Alycia! -le advirtió Eva

-Eva Rodriguez -dijo Alycia señalando a la mujer, sin hacerle caso a su advertencia-. Era la amante de mi padre. Libia y Ruth eran hermanas gemelas

-Cariño..., ¿estás segura de lo que estás diciendo? -preguntó con incredulidad Sara

-Respóndale Eva, ¿estoy segura o piensa mentirme a la cara? -la mujer comenzó a llorar sin llegar a responder-. Cuando nos contó la historia de lo que doña Gabriela le obligó a hacer, me dio pena, ¿sabe? Pero no renunciaste a una, renunciaste a dos hijas, te deshiciste de ambas

-¡No es cierto! -alzó la voz Eva-. ¡Ella me la quitó! ¡Ella me arrebató a Libia!

-¿Quién? -preguntó Sara confusa

-Mi madre -dijo Alycia con demasiada calma, tanto que a Sara le daba miedo aquella serenidad

-No sabía que estaba casado, él prometió que se casaría conmigo, nos escribíamos. Cuando quedé embarazada me dejó, me dijo que tenía esposa e hijos. Entonces me fui a la ciudad, a trabajar para doña Gabriela. Trabaje con los Uribe, cuando las niñas nacieron, Ruth se quedó con los Uribe, pero yo me llevé a Libia, pero un día apareció ella, tu madre, tu padre estaba en la puerta, ni siquiera me miró cuando ella me arrebató a mi hija. Yo no la abandoné, ¡ellos me la arrebataron!

Pasión de GavilanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora