Pasión de Gavilanes

Capítulo 2

Alycia había imaginado muchas veces cómo sería el enamorado de su hermana, sería un chico atento, amable, alto y con buen semblante, aunque Libia no era frívola y no le importaba el aspecto de las personas, sino su interior, Alycia suponía que debía ser apuesto. Por el miedo de su hermana suponía que sería mayor que ella, ¿quizás de la edad de Franco? Unos veinticuatro años dedujo, no podía ser mucho mayor o sabría que mantener una relación con una joven tanto tiempo a escondidas daría que hablar, a no ser que fuera un hombre que se estaba aprovechando de Libia y solo quería divertirse con ella. Alycia sacudió la cabeza, intentando borrar esos pensamientos de su cabeza, Libia era inocente, quizás demasiado, pero se le daba bien leer a las personas, no era una ilusa, sabría si alguien jugaba con ella, ¿o no?

Alycia esperaba junto a sus hermanos en la cabaña donde Libia llevaría a su enamorado, pero la espera la estaba poniendo de los nervios, miró a Juan, ¿cómo reaccionaría al ver al chico? ¿Lo golpearía? Juan era una buena persona, una de las mejores que conocía, pero a veces podía ser bastante impulsivo, sobre todo cuando se trataba de proteger a su familia.

Un hombre mayor entró en la cabaña, Libia entró nerviosa detrás de él, Alycia se mordió el labio nerviosa, ¿qué hacía allí aquél hombre? ¿Sería el padre del enamorado de Libia que también se había enterado de todo? Alycia se quedó mirando la puerta, esperando que el joven entrase, pero nadie entró. La joven de ojos verdes miró sorprendida a su hermana, después al hombre, cerró la boca porque se dio cuenta de que la había abierto de par en par a causa de la sorpresa. ¿Aquél cincuentón era el enamorado de Libia? ¿Pero en qué estaba pensando su hermana?

Alycia estaba tan ensimismada en sus pensamientos e intentando dar sentido a lo que acababa de averiguar que ni siquiera se había dado cuenta de lo que pasaba a su alrededor, escuchó al hombre que se llamaba Bernardo decir algo de que se haría cargo de Libia, pero su mente solo había asimilado trozos de la conversación cuando Juan le pegó un puñetazo al hombre tirándolo al suelo. Por fortuna Óscar y Franco lo agarraron antes de que pudiera volver a golpear al hombre que se hallaba tumbado en el suelo. Libia estaba con él protegiéndolo

***

En el camino a la casa, nadie se había atrevido a decir nada, todos estaban en silencio metidos en sus pensamientos. Al entrar en la casa, Libia se sentó en una silla, pues sabía que aquello no había hecho más que empezar e irse a su habitación no haría que acabase antes. Libia miró a Alycia y le dolió ver como su hermana la estaba juzgando aun sin decir nada.

-¿Estás segura que lo quieres? -Franco fue el primero en hablar-. Ese hombre es muy mayor

-A mi no me importa su edad, lo único que me importa es que lo amo y lo necesito -dijo Libia que se sorprendió al darse cuenta que tenía lágrimas en los ojos, ¿cuándo había vuelto a llorar?-. Él se comprometió ya conmigo, así que déjenos estar juntos, por favor, crean en su palabra

-A mi no me interesa que la cumpla -dijo Juan serio-. Tendrás que separarte de él y nos largaremos de aquí

-¿Y qué harás la meterás en un convento? -dijo Alycia con calma, ganándose la mirada de desaprobación de sus hermanos, pero Libia sintió una pequeña esperanza. Alycia que había estado mirando a su hermana sin decir nada miró a sus hermanos-. Lo ama, es mayor, sí. A mi también me hubiera gustado que fuese más joven, pero ella está enamorada y porque nos larguemos no va a dejar de estarlo. Yo mejor que nadie sé lo que es luchar contra lo que sientes, desear sentir de otra forma, pero en el corazón no se manda.

-Lo tuyo nada tiene que ver... -comenzó Juan

-¿Lo mío? -Alycia dio un pequeño salto bajándose de la mesa en la que estaba sentada-. ¿A qué me gustan las mujeres te refieres? Juan, me largué de casa porque sabía que no iba a cambiar quién era -miró a Libia-. Volví porque ella me lo suplicó, ¿crees que todo esto es fácil para ella? No lo es, pero no quiero que un día al despertar ella no esté porque no le dejamos ser feliz