Capítulo 26

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Cuando Sara llegó a su habitación lo primero que vio fueron las flores, era la primera vez que alguien le mandaba flores, nunca esperó recibirlas, mucho menos de Alycia. ¿Cómo había llegado a enamorarse de Alycia? Precisamente de ella, cuando ella se había opuesto tajantemente a las relaciones de sus hermanas. ¿Cómo podía buscarla y besarla cuando en el fondo sentía que jugaba con ella? ¿Y por qué sentía sus besos y sus miradas tan sinceras?

Sara inhaló el aroma de las flores, cerrando los ojos y viendo a Alycia sonriéndole, ¿por qué su corazón no le hacía caso a la razón? Debía alejarse de aquella mujer que solo le traería problemas. Pero a pesar de sus palabras y de saber lo ciertas que eran, quería verla de nuevo, quería besarla y que la rodeara con sus brazos.

***

Había pasado una semana desde la fiesta de Leandro, y cada mañana Sara recibía un ramo de flores, cada día unas flores distintas. Sara estaba en la puerta, sintiéndose idiota, en algún momento Alycia debía dejar de mandarle flores, sin embargo allí estaba esperándolas ansiosas, una gran sonrisa se dibujó en su rostro al ver al mensajero

-¿Puedo ayudarlo? -preguntó Sara

-Sí, busco a la señorita Sara Elizondo

-Sí... soy yo... -Sara miró las rosas sintiendo de nuevo las mariposas en el estómago

Después de darle una propina al mensajero subió corriendo hacia su habitación, sabía perfectamente de quién era, pero quería ver que ponía en la nota

Sara como cada mañana cerró los ojos inhalando el olor de las flores, cada día se prometía dejar de sentir lo que sentía, dejar de emocionarse por recibir flores, pero como cada mañana incumplía su promesa, porque al cerrar los ojos solo podía ver la sonrisa de Alycia y la intensidad de sus ojos verdes al mirarla.

Sara se sobresaltó cuando su abuelo entró y comenzó a molestarla

-Déjalo ya abuelo, no es nadie, solo alguien que está agradecido

-Nadie manda tantas flores por agradecimiento

Sara acalló esa voz que gritaba que quizás a Alycia le interesaba de verdad, la acalló porque no quería creerlo.

-Yo no pienso ilusionarme con esto abuelo, porque las ilusiones se marchitan primero antes que las mismísimas flores

-Ay mi madre..., se me convirtió en poeta, está enamorada -dijo don Martín suspirando

Sara quiso negarlo, decirle a su abuelo que se equivocaba, pero no fue capaz de desmentirlo

***

Los problemas con Fernando cada día eran peores, Sara se sentía impotente porque su madre le daba la razón en todo a Fernando aunque sus decisiones fueran erróneas, los caballos no habían caso al nuevo entrenador, Relámpago lo había tirado ya en tres ocasiones.

Sara no había podido evitar sonreír al ver a Relámpago tirar a su jinete, aquél caballo tenía temperamento y le recordaba a Alycia, cuando la conoció le llamó la atención ese temperamento que tenía, era dulce, amable, servicial, pero saltaba cuando se le atacaba, no agachaba la cabeza como otros empleados, sino que la alzaba sin importarle las consecuencias. En eso no había cambiado, cuando ella había atacado a Alycia, ésta siempre le había respondido, al igual que ahora hacía Relámpago.

Sara y Fernando discutían a todas horas, era raro que los vaqueros no los vieran discutir. Después de una de las discusiones, cogió a Relámpago y se marchó de allí, necesitaba calmarse porque sentía que perdía la paciencia allí. El trabajo de la hacienda siempre le había gustado, el cuidado de los caballos era su pasión, pero últimamente todo eran problemas y comenzaba a odiar lo que más amaba.

Pasión de GavilanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora