Capítulo 19

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-No te entiendo -dijo Juan entrando en el despacho de Alycia, cuando su hermana levantó la vista de los papeles que tenía delante prosiguió-. Te fuiste en mitad de la noche porque te prohibí cantar, estuviste un año lejos para poder hacerlo y ahora que nadie te lo impide no lo haces.

-Me fui porque necesitaba vivir, porque no soportaba estar encerrada -comentó Alycia-. Eduvina me consiguió los mejores lugares donde tocar, tendrías que haberlo visto Juan, cientos de personas allí para escucharme, cantando mis canciones..., pero allí encima, solo me sentía sola. Cantar me ayuda a sacar lo que siento dentro, pero echaba de menos a mi familia. El trabajo en la Hacienda me gusta, es algo que sé hacer, que puedo hacer y cuando necesito desconectar solo necesito montarme en un caballo y cabalgar lejos.

-¿Y cuándo vas a disfrutar? Ya casi tienes veinticuatro años, tienes edad de salir y disfrutar, de que te enamores... ¿o es que esa chica, Lena, y tú son...?

-Ya me gustaría -dijo Alycia riendo-. Lena es una gran amiga, un gran apoyo y la mejor socia que podría tener, pero a ella le gustan los hombres, aunque disfruto mucho de su compañía. Eduvina y ella se convirtieron en personas importantes para mí durante el último año.

-Aún me cuesta creer que esa mujer no intentara nada contigo, las cosas que se decían de ella...

-Puros chismes, era una buena mujer, capaz de decir las cosas como las pensaba, muy excéntrica y a veces, se comportaba como los demás creían que debía comportarse, pero era una mujer inteligente, muy simpática, sincera, amigable, una mujer que adoraba la vida y compartir el mundo con quién quisiera disfrutarlo. Eduvina era como una madre, Juan, me cuidó, me habló como una hermana mayor lo haría, pero siendo una consejera y una confidente. Si la hubieras conocido te habría sacado de quicio, pero habrías comprobado que era una muy buena mujer.

-Me preocupa que estás desperdiciando tu vida en la hacienda, nunca te interesó

-Era una niña Juan, cuando nuestros padres tenían la hacienda prefería jugar que pasarme el tiempo trabajando, pero siempre me gustaron los caballos. Durante el tiempo que estuvimos con los Elisondo me di cuenta que me gustaba mi trabajo y el que hago aquí no es muy diferente -Alycia miró el reloj y se puso en pie-. Tengo que irme, le dije a Lena que le enseñaría los nuevos terrenos.

-¿Por qué no sales con ella luego a cenar? Así te despejas un poco y sales de este lugar

-Quizás te haga caso -Alycia le dio un beso a su hermano y se marchó del despacho

***

-Si cierras los ojos mientras estás agarrada a mi, no verás los terrenos -dijo Alycia riendo

-Nunca he montado en caballo, tengo la sensación de que me caeré en cualquier momento -comentó Lena agarrando más fuerte la cintura de Alycia

Alycia paró el caballo y ayudó a Lena a bajar

-Hasta aquí son los nuevos terrenos, los vaqueros están separando nuestras tierras de la de los Elisondo, porque seguramente tendremos problemas con ellos -dijo Alycia divertida imaginando la cara que pondrían si supieran que ellos habían comprado los terrenos

-Si tantas complicaciones va a traernos, ¿por qué comprarlo? Entiendo el motivo de tus hermanos, ¿pero y los tuyos? No creo que solo lo hayas hecho para darle gusto a ellos

-La verdad es que no lo sé -admitió Alycia-. Es cierto que en parte es por mis hermanos, pero también quiero demostrarle a esa familia que los Reyes no somos unos criminales, que trabajamos duro y sacamos las cosas adelante, y hay a alguien en particular que deseo demostrarle que es difícil acabar con las plagas

-¿Plagas?

-Así nos decía, que éramos una plaga -Alycia recordó como Sara pronunciaba esas palabras y aún sentía rabia al recordarlas, intentó quitarse la imagen de la cabeza-. ¿Pero y tú? ¿Por qué apoyarlo? Tienes el cincuenta por ciento del lugar, podría haberlo comprado yo sola con mi parte del dinero o incluso podrías haberte negado, ¿por qué aceptar?

Pasión de GavilanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora