Capítulo 38

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-Llevas aquí un rato con la mirada perdida, ¿estás bien? -preguntó Ruth sentándose junto a Alycia en el banco que daba al lago

-Creo que la he cagado con Sara -confesó Alycia

-¿Habéis discutido?

-Ojalá... así sería más fácil -Alycia subió sus piernas al banco y las abrazó, poniendo su cabeza entre sus rodillas–. ¿Alguna vez te han rechazado?

-Sí, claro

-¿Pero te han rechazado cuando...? -Alycia negó-. Da igual

-Puedes contármelo si quieres -dijo Ruth apoyando su mano en el brazo de Alycia

-Sara y yo nos hemos visto en una cabaña abandonada -confesó Alycia-. Íbamos a hacerlo, pero detuve a Sara... y no me dejó explicarme, creo que se sintió avergonzada y se marchó. Seguro le herí en su orgullo

-¿Y por qué paraste? Sara... ¿no te gusta? -preguntó con tacto Ruth

-No tiene nada que ver con eso -Alycia se levantó del banco, se giró para mirar a Ruth-. Odio que tengamos que vernos a escondidas, odio conducir por más de una hora para tener una cita con ella porque por aquí podrían vernos, odio encontrarnos en previos perdidos donde no pasa nada. No quiero que mi primera vez con ella sea en una asquerosa cabaña, a escondidas como si estuviéramos haciendo algo malo

-¿Por qué no la buscas y se lo explicas?

-Claro, iré a su casa y le pediré a su madre que me deje hablar con Sara, seguro que estará encantada de recibirme -dijo con ironía Alycia-. Lo siento Ruth, estoy irascible, he intentado llamar a Sara pero Jimena me ha dicho que no quiere ponerse, y me desespera no poder hablar con ella y explicarle el por qué. No sé qué estará pensando, pero no quiero que piense que no la deseo, porque no es eso...

***

Sara llevaba varios días sin ver a Alycia, sabía que debían hablar, sus hermanas intentaba averiguar qué pasaba, Alycia había llamado sin que ella se hubiera puesto al teléfono, la había visto por las noches pasear con su moto por las afueras de la hacienda, pero, ¿qué iba a decirle?

Sara había tenido durante toda su vida algo muy claro, no se entregaría a nadie sin estar casada, no sería el juguete de nadie, se haría respetar. Pero aquella tarde, ver la furia en los ojos de Alycia cuando supo que Fernando la había golpeado, el miedo a que le pasara algo, la calidez de su voz al hablarle..., quiso ser suya, más que nada en el mundo, porque aunque nunca se casaran quería ser de ella, quería sentir sus caricias, quería sentir sus besos, quería sentir el ser amada completamente por la mujer a la que amaba.

Pero la había rechazado.

Se había comenzado a desvestir y le había dicho que no.

Se sentía despreciada. Avergonzada. Ridiculizada.

Pero había algo más, era un miedo a una pregunta que no sabía responder..., ¿por qué Alycia estaba con ella? Alycia la amaba, de eso estaba segura. ¿Pero no la deseaba? No es que Alycia no hubiera estado con mujeres, no era aquello lo que la había refrenado. ¿Y si Fernando tenía razón? ¿Y si tenía amantes que le daban lo que ella hasta ahora no le había dado? ¡Pero iba a dárselo! Estaba dispuesta a ser suya..., ¿y si simplemente Alycia no la encontraba atractiva? Se podía amar sin sentir atracción, a muchos matrimonios les pasaba con el paso de los años, la llama inicial se perdía y quedaba solo el cariño. ¿Pero era posible que la llama entre ambas se hubiera extinguido antes de tan siquiera prender?

¿Por qué estaba con ella? ¿O es que acaso comenzaba a plantearse el dejarla y por eso no había querido seguir? Alycia tenía un alma noble, no se aprovecharía de ella si quería dejarla. ¿Era por eso? ¡Pero había visto la furia en sus ojos! ¡Había visto la rabia cuando vio el golpe de Fernando!

Pasión de GavilanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora