Capítulo 4

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El camino desde la casa hasta la orilla del río fue silencioso, nadie dijo nada, a pesar de que todos lo sabían, la esperanza de que no fuese ella seguía latente. Al bajar del coche vieron la zona acordonada por la policía, pero también habían muchos curiosos. Alycia no miró el cuerpo tapado con una sábana que había en la orilla, sino que miró el majestuoso puente que estaba a pocos metros de allí, tan alto, tan imponente..., la imagen de Libia allí encima le vino a la cabeza y tuvo que ahogar un grito cuando la imaginó tirándose desde allí, abrazó a Franco con fuerza. ¿Por qué Libia? ¿Por qué?

Juan fue hacia donde estaba el cuerpo mientras los demás esperaban, desde donde ellos se encontraban no conseguían ver nada, se habían colocado para que los curiosos no pudieran ver el cuerpo. Juan habló con el oficial, después se giró y fue hacia sus hermanos

-Es Libia..., es nuestra hermana -dijo mientras las lágrimas recorrían silenciosas su rostro

Franco abrazó con fuerza a Alycia mientras ambos lloraban, Oscar se alejó unos pasos dando patadas a las piedras cerca del río. Cada uno dejaba salir su dolor de la forma que podía.

***

Si el camino de ida había sido silencioso, el de vuelta hacía sido deprimente, el silencio era roto por el llanto, por la rabia, golpes en el volante, puñetazo en el asiento, rabia, dolor, impotencia, todos querían gritar pero nadie lo hizo, todos se mantuvieron callados hasta llegar a la casa. Cuando los cuatro entraron en la casa, un golpe de realidad les sobresaltó, estaba vacía, ya nunca nada sería igual que antes, Libia no saldría a recibirlos, no volverían a escuchar su risa, no volverían a ver esa mirada llena de ternura...

-¡La ha asesinado ese malnacido de Elisondo! -gritó Juan dando una patada a un mueble-. ¡En cuanto lo encuentre lo mataré!

-No puedes decir eso, no sabes... -dijo Oscar-. Ella se quitó la vida, lo que no entiendo es por qué lo hizo

-¡Por culpa de todos nosotros! -dijo Juan, levantó la mirada y miró con dureza a Oscar-. ¡Por tu culpa! ¡Tú mataste a nuestra hermana! ¡Quisiste venderla a ese viejo de Elisondo! Tu ambición hizo que su dinero te deslumbrase, y mira a donde te ha llevado, ¡has matado a nuestra hermana!

-¡No es cierto! -dijo Oscar llorando

Juan se lanzó sobre Oscar golpeándolo, Franco intervino agarrando a Juan y alejándolo

-¡Basta Juan! -gritó Alycia-. ¡Estás dolido! Todos estamos sufriendo, pero echarnos las culpas no solucionará nada, ¡eso no nos la devolverá!

***

Alycia se fue de la casa, no podía seguir allí, no podía soportarlo, fue al bar Alcalá, era temprano, no estaba abierto, pero sabía que Rosario estaría ensayando allí

-¿Qué haces aquí? -preguntó Rosario mirando a todos lados

-Necesitaba verte -dijo Alycia acariciando su rostro

-¿Estás bien? -la voz de Rosario se tiñó de preocupación y ternura

-Mi hermana ha muerto... -dijo Alycia sin poder evitar que las lágrimas surcaran su rostro

-Oh, lo siento cariño... -Rosario la arrastró hasta su camerino, donde la abrazó

Las dos se quedaron en silencio un rato, entre caricias y besos

-Debo volver al trabajo, estamos a punto de abrir -dijo Rosario con un gesto de disculpa

-Deja que me quede hoy...

-Cariño, sabes que no puedes...

-Claro...

Alycia se levantó y se fue hacia la salida, sin hacer caso cuando Rosario la llamó. Se montó en su moto y decidió que iría al Lirio Plateado, el bar donde solía actuar, necesitaba despejar su mente, al cantar lo hacía, olvidarse de todo. Necesitaba olvidar, necesitaba... necesitaba lo único que no podría tener... necesitaba a Libia

Pasión de GavilanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora